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19 de agosto de 2025 a las 09:35

México: tiempo vs. margen

La aparente victoria diplomática anunciada tras la llamada entre la presidenta Sheinbaum y el expresidente Trump esconde una realidad mucho más compleja y preocupante para la economía mexicana. Si bien la prórroga de 90 días en la imposición de nuevos aranceles ofrece un respiro, se asemeja más a una espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas, lista para caer en cualquier momento. No se trata de un triunfo, sino de una postergación que nos deja en una posición vulnerable, con la incertidumbre cerniéndose sobre el futuro de nuestras exportaciones.

El acuerdo alcanzado, lejos de brindar estabilidad, nos sumerge en un mar de ambigüedad. ¿Cuáles son las barreras no arancelarias que México se ha comprometido a eliminar? ¿Qué impacto tendrán estas concesiones en la competitividad de nuestras empresas? La falta de transparencia en este punto es alarmante. Se nos presenta un panorama optimista, mientras que los detalles cruciales permanecen ocultos, generando desconfianza y especulación. La narrativa oficial habla de un logro, pero la realidad es que hemos cedido terreno sin garantías concretas a cambio.

Este episodio no es un hecho aislado, sino un síntoma de un patrón más amplio. La administración estadounidense, con su enfoque pragmático y a menudo agresivo, utiliza la amenaza de aranceles como una herramienta de presión para influir en la política interna mexicana. Desde temas de seguridad y migración hasta regulaciones en sectores clave como telecomunicaciones y energía, Estados Unidos busca imponer su agenda, utilizando el comercio como palanca. Este tipo de presión pone en riesgo nuestra soberanía y limita nuestra capacidad de decisión en asuntos cruciales para nuestro desarrollo.

La proximidad de las elecciones estadounidenses añade otra capa de complejidad al escenario. Cualquier evento, por mínimo que sea, puede ser utilizado como pretexto para reactivar la amenaza arancelaria. En este contexto, la prórroga de 90 días se convierte en un periodo de alta tensión, donde la incertidumbre y la vulnerabilidad se agudizan. El gobierno mexicano se encuentra en una encrucijada, obligado a equilibrar la necesidad de estabilidad económica con la defensa de nuestros intereses nacionales.

La estrategia de ceder ante la presión, con la esperanza de apaciguar las demandas estadounidenses, ha demostrado ser ineficaz en el pasado. Con cada concesión, se abren nuevas exigencias, creando un ciclo vicioso que erosiona nuestra posición negociadora. Es imperativo que el gobierno mexicano adopte una postura firme y estratégica, basada en la defensa de nuestra soberanía y en la búsqueda de soluciones a largo plazo.

La revisión del T-MEC en 2026 se presenta como una oportunidad para renegociar los términos de nuestra relación comercial con Estados Unidos. Sin embargo, para llegar a esa instancia con una posición de fuerza, es necesario un cambio de rumbo. Debemos dejar de reaccionar a las presiones externas y comenzar a construir una estrategia proactiva que nos permita defender nuestros intereses y asegurar un futuro económico próspero para México. Esto implica fortalecer nuestras instituciones, diversificar nuestros mercados y, sobre todo, priorizar el bienestar de los mexicanos por encima de cualquier interés particular. El tiempo corre, y la necesidad de actuar con decisión es cada vez más urgente.

Fuente: El Heraldo de México