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20 de agosto de 2025 a las 01:45

Free Fire: ¿Realidad o fantasía?

La noticia de un joven de 14 años entregándose a la policía en Cuernavaca, confesando ser sicario y haber participado en múltiples ejecuciones, ha conmocionado a la sociedad morelense y generado un torbellino de interrogantes. La imagen del adolescente, parado frente a los oficiales, relatando crímenes atroces con una frialdad que contrasta con su edad, es difícil de digerir. ¿Cómo un niño, en la etapa de la adolescencia, pudo llegar a imaginar, siquiera, un escenario tan violento? ¿Qué factores, qué circunstancias, lo llevaron a construir una realidad tan distorsionada?

Las declaraciones del titular de la SEPRAC, Guillermo García Delgado, nos ofrecen una primera pieza del rompecabezas. El joven, al parecer, llegó por sus propios medios a las instalaciones de la policía, relatando con detalle su supuesta participación en el crimen organizado. Hablaba de ejecuciones, tráfico de drogas, armas largas… un vocabulario que, en la boca de un adolescente, resulta escalofriante. Inmediatamente, las autoridades activaron los protocolos correspondientes, dando aviso a la Fiscalía de Morelos para que investigara la veracidad de sus afirmaciones. La prioridad, en ese momento, era discernir entre la fantasía y la realidad, comprender si nos encontrábamos ante un caso de mitomanía, un brote psicótico, o algo aún más siniestro.

La intervención de un especialista en psicología arrojó luz sobre la perturbadora situación. Tras una valoración, se determinó la necesidad de contactar a los padres del menor. Y es aquí donde la historia da un giro inesperado. La madre, al llegar a la comisaría, reveló que su hijo sufría de alucinaciones y se encontraba bajo tratamiento. El mundo de violencia y crimen que el joven describía con tanta convicción no era más que el producto de su imaginación, alimentada, quizás, por la constante exposición a videojuegos violentos como Free Fire, que mencionó en su relato. La realidad, por fortuna, era mucho menos terrible que la fantasía.

Este caso nos obliga a reflexionar sobre la influencia de los videojuegos en la mente de los jóvenes, especialmente en aquellos que presentan alguna vulnerabilidad emocional o psicológica. Si bien no podemos establecer una relación causal directa entre los videojuegos y la conducta del menor, es innegable que la exposición constante a la violencia virtual puede distorsionar la percepción de la realidad, difuminando la línea entre la fantasía y el mundo real. La situación también pone de manifiesto la importancia de la atención a la salud mental en la adolescencia, una etapa crucial en el desarrollo donde las fantasías y la realidad pueden entremezclarse de forma confusa.

La madre, trabajadora y con la responsabilidad de un hijo con problemas de salud mental, nos presenta otro ángulo de la historia. La soledad del joven, abandonado a sus propios pensamientos y a la influencia de los videojuegos, podría haber contribuido a la construcción de su delirante fantasía. Este caso nos recuerda la importancia de la comunicación familiar, de la atención a las señales de alerta y de la búsqueda de ayuda profesional cuando sea necesario. Es un llamado a la sociedad para que no ignoremos las necesidades de los jóvenes, para que construyamos redes de apoyo que les permitan transitar por la adolescencia de forma sana y segura, alejados de las sombras de la violencia, ya sea real o virtual. La investigación continúa, y aunque el alivio de saber que no hubo crímenes reales es inmenso, la historia de este joven nos deja una profunda reflexión sobre la salud mental, la influencia de los videojuegos y la importancia del acompañamiento familiar en la adolescencia.

Fuente: El Heraldo de México