
19 de agosto de 2025 a las 10:30
El secreto de Kelsen
Adentrarse en el universo jurídico del siglo XX implica, inevitablemente, un encuentro con la figura imponente de Hans Kelsen. Su nombre resuena en las aulas y debates académicos, generando una cascada de análisis y controversias que aún hoy, décadas después de su obra cumbre, continúan moldeando el pensamiento jurídico occidental. Kelsen, no solo representa la cima del positivismo jurídico, sino que encarna la cristalización de una corriente intelectual europea que confrontó, quizás sin proponérselo, los cimientos del Derecho Natural. Su "Teoría Pura del Derecho", un ambicioso intento por despojar al derecho de cualquier elemento ajeno a su propia estructura, incluyendo la propia justicia, sacudió los pilares de la jurisprudencia tradicional.
La audacia de Kelsen no se limitó a la teoría. Su pensamiento se extendió a la concepción misma del Estado, con su "Allgemeine Staatslehre", afirmando la indisoluble unión entre Derecho y Estado, dos caras de una misma moneda. Su aporte al Derecho Público, con la propuesta de un Tribunal Constitucional como garante de la supremacía constitucional, configuró un modelo de control concentrado que se distingue del sistema difuso anglosajón, dejando una huella indeleble en la arquitectura jurídica de numerosas naciones.
Sin embargo, más allá del jurista riguroso y el teórico provocador, se esconde una faceta menos conocida, un matiz poético que humaniza al gigante intelectual. Gracias al testimonio del ilustre jurista mexicano Ulises Schmill Ordóñez, podemos asomarnos a esta dimensión íntima de Kelsen. En su relato, publicado en la revista Doxa en 1996, Schmill Ordóñez describe su encuentro con Kelsen en Berkeley, pintando un retrato vívido del hombre detrás de la teoría. Recuerda su pequeña estatura contrastando con la "poderosa frente que, como una bóveda, albergaba todos los conocimientos y experiencias". En la calidez de la conversación, aflora la vena poética de Kelsen, no con la efusividad de un romántico, sino con la profunda reflexión del filósofo que nos regala su "Carpe Diem".
Este "Carpe Diem" kelseniano no es una simple invitación al hedonismo, sino una serena meditación sobre la finitud, la ilusión del tiempo y la fragilidad del idealismo. Un llamado a vivir el presente con intensidad, conscientes de la transitoriedad de la existencia. "Sólo lo que tomas es tuyo", una frase que condensa la esencia de su filosofía vital. Un eco del poeta Horacio, que nos insta a aprovechar cada instante, a sembrar en el presente para cosechar en el ahora.
La lección de Kelsen, más allá de las complejidades de su teoría jurídica, resuena con fuerza en la vida personal y profesional. Nos impulsa a dejar una huella, un legado, conscientes de la efímera naturaleza de nuestro paso por las instituciones y la memoria de quienes nos rodean. Un recordatorio de que, como predijo Borges, "ya somos el olvido que seremos". Por ello, la tarea consiste en construir, en aportar, en vivir plenamente, en abrazar el presente con la convicción de que el "Carpe Diem" no es solo una máxima filosófica, sino una guía para una existencia plena y significativa.
Fuente: El Heraldo de México