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19 de agosto de 2025 a las 12:40

¡Basta de corrupción!

El clamor por justicia retumba en las calles de Serbia. Lo que comenzó como una tragedia ferroviaria, el derrumbe del techo de la estación de Novi Sad que segó la vida de 16 personas, se ha transformado en un rugido ensordecedor que exige un cambio profundo en el país. La sombra de la corrupción se cierne sobre el incidente, alimentada por contratos sospechosos con empresas chinas, regulaciones laxas y materiales de construcción de dudosa calidad. La impunidad, como una herida abierta, supura en la conciencia colectiva: ningún alto funcionario ha sido responsabilizado, el ex ministro de transporte dimitió sin asumir culpa alguna, y el silencio del gobierno se percibe como una afrenta a la memoria de las víctimas.

Este dolor se ha convertido en el motor de un movimiento estudiantil sin precedentes. Cientos de miles de jóvenes, seguidos por profesores y ciudadanos de a pie, han inundado las calles de Belgrado y otras ciudades del país, desafiando el frío invernal con marchas de hasta 80 kilómetros, bloqueando carreteras y plantándose frente a los edificios gubernamentales. Su grito unánime: justicia para las víctimas, transparencia en la investigación, libertad de prensa, independencia judicial y erradicación de la corrupción, un cáncer que corroe las instituciones del Estado.

Las imágenes de las protestas son impactantes: una marea humana que desborda las plazas, rostros jóvenes llenos de determinación, pancartas que denuncian la autocracia y la manipulación mediática. En diciembre de 2024, 100 mil voces se alzaron en Belgrado; para marzo de 2025, la cifra se triplicó, convirtiéndose en una de las mayores movilizaciones en la historia de Serbia. Este clamor popular ha trascendido las aulas universitarias y ha resonado en la sociedad civil, que ha tomado las riendas del movimiento, elevando la tensión con el gobierno.

En el ojo del huracán se encuentra el presidente Aleksandar Vucic, quien desde 2012 ha cimentado su poder. Las acusaciones son graves: control de los medios de comunicación, manipulación del sistema judicial, sometimiento de las fuerzas de seguridad. Organizaciones internacionales advierten sobre la deriva autocrática de Serbia, donde el sistema parece estar diseñado para favorecer al presidente y su partido. La sombra de una "autocracia blanda" se cierne sobre el país, un sistema que, bajo una apariencia democrática, concentra el poder en manos de una élite.

El canal público RTS, convertido en portavoz del gobierno, ha sido objeto de protestas estudiantiles, acusado de parcialidad y de silenciar las voces disidentes. Mientras tanto, Vucic desestima las manifestaciones, recurriendo a la retórica de la conspiración, acusando a los estudiantes de ser títeres de gobiernos occidentales. Una estrategia que busca deslegitimar el movimiento y sembrar la división en la sociedad.

A pesar de la presión popular, la salida de Vucic antes de las elecciones de 2027 se presenta como un escenario improbable. El presidente se aferra al poder, consciente de la fragilidad de su posición y temeroso de perder la mayoría parlamentaria. El reto para los manifestantes es mantener la llama de la protesta viva durante los próximos meses, articular una propuesta política inclusiva y sumar a nuevos actores a su causa. El futuro de Serbia pende de un hilo: ¿Se impondrá la voluntad popular y se abrirá el camino hacia un cambio histórico, o logrará Vucic prolongar su mandato, sumiendo al país en una autocracia cada vez más profunda? El tiempo, y la determinación del pueblo serbio, lo dirán.

Fuente: El Heraldo de México