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18 de agosto de 2025 a las 09:50

SOS: Educación en México al borde del colapso.

La crisis en la educación mexicana se agrava día a día, y aunque las discusiones sobre nuevos planes de estudio y la integración de la tecnología en las aulas acaparan los titulares, existe un problema fundamental que se ignora sistemáticamente: la precariedad del magisterio. Mientras se debate sobre la forma, se olvida el fondo, la base sobre la que se construye cualquier proyecto educativo: los maestros. Sin docentes suficientes, con salarios dignos y condiciones laborales justas, cualquier reforma, por innovadora que parezca, está destinada al fracaso. Es como intentar construir un rascacielos sobre cimientos de arena.

La magnitud del problema es alarmante. La falta de al menos 200,000 docentes en el sistema básico, reconocida por la propia Secretaría de Educación Pública, se traduce en aulas abarrotadas, en niños que cursan ciclos escolares completos sin profesor de matemáticas, inglés u otras asignaturas fundamentales, y en directores obligados a improvisar, cubriendo huecos con personal sin la formación adecuada. Este vacío docente, lejos de reducirse, crece año tras año, socavando los cimientos del sistema educativo y comprometiendo el futuro del país.

El origen de esta crisis es multifactorial, pero se centra en la falta de incentivos para la profesión docente. La caída del 31% en la matrícula de las escuelas normales entre 2013 y 2022, documentada por la ANUIES, es un síntoma claro del desaliento que impera entre los jóvenes. La docencia, antaño considerada una vía de movilidad social, se ha convertido en sinónimo de incertidumbre económica. Con salarios iniciales que rondan los 9 mil pesos mensuales, insuficientes para cubrir las necesidades básicas en muchas regiones del país, la profesión docente ha perdido su atractivo. Si bien el ajuste salarial anunciado en 2023, con el objetivo de que ningún docente gane menos de 16 mil pesos, representó un avance, su aplicación parcial dejó fuera a miles de profesores estatales, perpetuando la desigualdad y la precariedad.

A la insuficiencia salarial se suma la injusticia de los retrasos en el pago de nóminas, que en estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Michoacán pueden alcanzar hasta tres meses, según la Auditoría Superior de la Federación. ¿Cómo se puede exigir calidad educativa a un maestro que debe endeudarse para subsistir mientras espera su salario? Esta situación no solo es injusta, sino que mina la moral del magisterio y afecta directamente la calidad de la enseñanza.

La comparación con otros países es demoledora. Mientras que en los países miembros de la OCDE los docentes ganan, en promedio, el doble del PIB per cápita, en México apenas alcanzan el 80%. Esta disparidad salarial no solo desincentiva la profesión docente en el país, sino que impide competir por el talento en un mundo globalizado donde la educación es clave para el desarrollo.

El envejecimiento del magisterio agrava aún más el panorama. Con un 35% de los docentes en educación básica mayores de 50 años, según datos del INEGI, se avecina una ola de jubilaciones masivas en la próxima década. Sin nuevas generaciones de docentes dispuestas a tomar la posta, el sistema educativo mexicano se enfrenta a una tormenta perfecta: menos maestros, peor pagados y con aulas cada vez más demandantes.

Es hora de reconocer que la precarización docente no es un simple problema laboral, sino un ataque directo al derecho a la educación de millones de niños y jóvenes. Exigir excelencia educativa mientras se condena a los maestros a la inestabilidad, la sobrecarga y el desprestigio social es una paradoja inaceptable. Si México aspira a una verdadera transformación educativa, debe comenzar por dignificar la labor docente. Esto implica garantizar un pago puntual y homologado en todo el país, elevar los salarios iniciales por encima de la media nacional para hacer atractiva la carrera, e implementar un programa nacional de relevo generacional que incentive a los jóvenes a elegir las escuelas normales, ofreciéndoles becas, formación de calidad y certeza laboral. Solo así podremos construir un futuro con una educación de calidad para todos. De lo contrario, todos los demás esfuerzos, planes, libros y discursos, serán meros accesorios en un sistema educativo destinado a la decadencia. Sin maestros en las aulas, no hay futuro.

Fuente: El Heraldo de México