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18 de agosto de 2025 a las 22:50

Sana la herida: El juez, mi hijo, y el SAP

La ruptura de una pareja es un proceso doloroso, una herida que necesita tiempo y cuidado para sanar. En medio de este torbellino emocional, los hijos se convierten, con demasiada frecuencia, en el punto central de la batalla, en un instrumento para herir al otro, en una moneda de cambio emocional. Es aquí donde se gesta el Síndrome de Alienación Parental (SAP), una forma silenciosa y devastadora de maltrato infantil donde el niño es manipulado para rechazar a uno de sus progenitores sin una justificación válida.

Imaginemos a un niño, atrapado en una red de palabras envenenadas, de medias verdades, de silencios cómplices. Su mente infantil, aún en formación, no puede discernir la realidad de la ficción que le presenta el progenitor alienador. Poco a poco, la imagen del otro progenitor se distorsiona, se convierte en una caricatura del monstruo que le pintan. El amor, la admiración, el respeto que alguna vez sintió, se transforman en miedo, rechazo y hasta odio.

Este proceso de "lavado de cerebro" emocional no se da de la noche a la mañana. Es una estrategia sutil, a menudo inconsciente, que se va tejiendo con cada comentario despectivo, con cada gesto de desaprobación, con cada historia inventada. El niño, deseoso de complacer al progenitor con quien convive, se convierte en un cómplice involuntario de este juego perverso. Empieza a repetir las frases que escucha, a imitar las actitudes que observa, a construir una realidad basada en la manipulación y la mentira.

Las consecuencias de esta alienación son devastadoras. El niño pierde la oportunidad de construir una relación sana y plena con ambos padres. Crece con un vacío afectivo, con la sensación de haber traicionado a una parte de sí mismo. Su desarrollo emocional se ve comprometido, su autoestima se resiente y su capacidad para establecer vínculos sanos en el futuro queda seriamente dañada. Puede presentar ansiedad, depresión, trastornos del sueño, problemas de conducta, incluso pensamientos suicidas.

¿Y qué hay del progenitor alienado? Sufre una doble pérdida: la de la relación de pareja y la del vínculo con sus hijos. Ve cómo su imagen es destruida sistemáticamente, cómo se le niega el derecho a participar en la vida de sus pequeños. Vive en una constante angustia, impotente ante la manipulación y la difamación.

La justicia, a menudo, se queda corta. La falta de una legislación específica que aborde el SAP, la dificultad para probar la manipulación emocional, la lentitud de los procesos judiciales, contribuyen a perpetuar esta forma de maltrato. Se confunde el conflicto parental con el interés superior del menor, se priorizan los derechos de los adultos sobre las necesidades emocionales de los niños.

Es urgente tomar conciencia de la gravedad del SAP. Necesitamos una legislación que proteja a los menores de este tipo de manipulación, que establezca mecanismos claros para prevenir y sancionar la alienación parental. Necesitamos formar a profesionales, jueces, abogados, psicólogos, para que puedan identificar y abordar este problema de manera efectiva. Necesitamos, sobre todo, educar a los padres para que comprendan que sus hijos no son propiedad privada, que tienen derecho a amar y ser amados por ambos progenitores, que su bienestar emocional debe estar por encima de cualquier rencor o resentimiento.

Porque cuando un niño es forzado a elegir entre sus padres, todos pierden. Pierde el niño, que crece con una herida profunda en el alma. Pierde el progenitor alienado, que ve cómo se le arrebata el derecho a ser padre. Y pierde, a la larga, el progenitor alienador, que crea un ciclo de dolor y resentimiento que puede perpetuarse a lo largo de generaciones. El futuro de nuestros hijos depende de nuestra capacidad para construir relaciones sanas y respetuosas, donde el amor y la responsabilidad prevalezcan sobre el egoísmo y la venganza.

Fuente: El Heraldo de México