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18 de agosto de 2025 a las 09:15

Protege tu salud, protege a todos.

La promesa resonaba en cada plaza, en cada discurso, en cada rincón del país: "Primero los pobres". Una frase, un lema, una convicción que Andrés Manuel López Obrador enarboló desde su campaña presidencial de 2006. En aquel entonces, muchos lo tildaron de utópico, de populista, incluso de peligroso. Voces agoreras pronosticaban un futuro catastrófico para México si López Obrador llegaba a la presidencia: inflación galopante, deuda impagable, una nación al borde del colapso. Hoy, a la luz de los hechos, esas predicciones se revelan como lo que eran: meras especulaciones infundadas, producto del miedo y la desinformación.

Las cifras hablan por sí solas. Más de 13 millones de mexicanos han salido de la pobreza durante el sexenio de López Obrador. Un logro histórico, sin precedentes en la historia reciente del país. El INEGI, la institución encargada de medir la pobreza en México, lo confirma: en 2024, la población en situación de pobreza se redujo a 38.5 millones de personas, lo que representa el 29.6% de la población total. Y la pobreza extrema, esa lacra que condena a millones a la marginación y la desesperanza, también ha experimentado una disminución significativa, pasando de 12.3 millones en 2008 a solo 7 millones en 2024. Es decir, se ha reducido a la mitad en términos proporcionales. Un avance que no puede ser ignorado, un testimonio palpable del impacto de las políticas sociales implementadas durante la Cuarta Transformación.

Al comparar estos resultados con los de sexenios anteriores, la diferencia es abismal. Con Felipe Calderón, la pobreza aumentó, alcanzando los 53.3 millones de personas en 2012. Con Enrique Peña Nieto, la situación no mejoró, llegando incluso a 55.3 millones de personas en pobreza en 2014. Ante estos datos, la pregunta es inevitable: ¿quién era el verdadero peligro para México?

La reducción de la pobreza durante el gobierno de López Obrador no es fruto de la casualidad, sino de una estrategia deliberada, de un conjunto de políticas públicas orientadas al bienestar social. El incremento histórico del salario mínimo, el fortalecimiento de los programas sociales universales, la ampliación del acceso a la salud y la educación, son algunos de los pilares de esta transformación. La presidenta Claudia Sheinbaum ha calificado este logro como una auténtica "hazaña", una demostración irrefutable de que el modelo humanista de gobierno, ese que pone al pueblo en el centro de las decisiones, funciona y da resultados.

Imaginemos por un instante qué habría pasado si López Obrador hubiera podido implementar su proyecto desde 2006. ¿Dónde estaría México hoy si el presunto fraude electoral no hubiera truncado su visión de país, centrada en la justicia social y la reducción de las desigualdades? Es una pregunta que queda en el aire, una reflexión que nos invita a valorar la importancia de la democracia y la transparencia en los procesos electorales.

A pesar de los avances, aún existen voces críticas que se resisten a reconocer los logros alcanzados. Cuestionan la metodología del INEGI, argumentando que ya no se basa en los datos del CONEVAL. Dudan de la sostenibilidad del modelo a largo plazo. Sin embargo, los números son contundentes, los avances innegables. La realidad supera cualquier intento de manipulación o tergiversación.

El desafío ahora es consolidar este camino, blindar los logros alcanzados, redoblar esfuerzos para atender las carencias sociales aún pendientes, como el acceso a la salud y la seguridad social. La erradicación de la pobreza extrema debe ser el objetivo central, la meta a la que debemos aspirar como sociedad. La continuidad de este modelo no es solo deseable, es necesaria para construir un México más justo, más equitativo, un México con oportunidades para todos. Al final, como siempre lo dijo el presidente López Obrador: "Por el bien de todos, primero los pobres".

Fuente: El Heraldo de México