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18 de agosto de 2025 a las 09:45

El regreso de Eric Prince a Latinoamérica

La sombra de la inseguridad se cierne sobre Latinoamérica, un manto oscuro que se extiende desde las calles de Puerto Príncipe hasta las remotas regiones mineras del Perú, pasando por la convulsionada realidad ecuatoriana. Tres naciones, tres escenarios distintos, pero un denominador común: la creciente incapacidad de los estados para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y el consecuente –y preocupante– llamado a la puerta de empresas de seguridad privadas estadounidenses, como Vectus Global, liderada por el controvertido Eric Prince, figura ligada a la antigua Blackwater.

Esta tendencia, más allá de una simple solución pragmática, destapa una profunda crisis institucional y social que aqueja a la región. La promesa de "restaurar la ley y el orden" que ofrece Vectus Global resuena como un eco irónico del fracaso de los gobiernos latinoamericanos en controlar la delincuencia, particularmente la derivada del narcotráfico, un monstruo de mil cabezas que se alimenta de la corrupción, la desigualdad y la debilidad estatal.

Haití, sumido en un caos casi apocalíptico, se ha convertido en el paradigma de este fracaso. Las pandillas, dueñas y señoras de las calles, imponen su ley a sangre y fuego, mientras el gobierno, una figura casi decorativa, observa impotente. La asesoría de Vectus Global, con sus consejeros salvadoreños y el uso de drones cargados con explosivos, plantea interrogantes éticas y legales de enorme calado. ¿A qué precio se compra la seguridad? ¿Qué límites se traspasan en la lucha contra el crimen?

Ecuador, por su parte, ha experimentado un dramático incremento de la violencia en los últimos años, con el magnicidio del candidato presidencial Fernando Villavicencio como trágico ejemplo. La lucha por el control de las rutas del narcotráfico, un cáncer que corroe las entrañas del país, ha desatado una guerra sin cuartel entre bandas criminales, dejando un reguero de sangre y miedo a su paso.

En Perú, la amenaza se cierne sobre las zonas mineras, donde empresarios, ante la falta de garantías estatales, se ven tentados por la oferta de Vectus Prime. La posibilidad de que ejércitos privados tomen las riendas de la seguridad en territorios clave del país abre un debate crucial sobre la soberanía y el rol del Estado.

Este panorama, analizado por InsightCrime, revela una preocupante realidad: la creciente dependencia de Latinoamérica de empresas militares privadas, una tendencia que se alimenta de la desesperación y la urgencia. Si bien la colaboración con Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico ha sido una constante en la región, la contratación directa de empresas como la de Prince marca un punto de inflexión. Se externaliza la seguridad, se delega la responsabilidad de proteger a los ciudadanos a actores privados, con los riesgos que ello implica.

La raíz del problema, sin embargo, va más allá de la delincuencia organizada. La desigualdad económica, la inestabilidad política y la corrupción endémica son caldo de cultivo para la violencia. Haití y Ecuador son solo la punta del iceberg, una advertencia para el resto de Latinoamérica.

Mientras los gobiernos se muestran incapaces de contener la marea de la inseguridad, empresas como Vectus Global encuentran terreno fértil para sus negocios. A río revuelto, ganancia de pescadores, reza el dicho. Y en la turbulenta corriente de la violencia latinoamericana, los pescadores, con sus redes de seguridad privada, esperan obtener una jugosa captura. Un escenario preocupante que exige una profunda reflexión sobre el futuro de la región.

Fuente: El Heraldo de México