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18 de agosto de 2025 a las 09:05

Domina tu instinto lobuno

La madrugada se cernía sobre la ciudad, las 5 de la mañana, la hora en que las calles aún duermen y las ideas comienzan a despertar. Como cada día, marqué el número de mi entrañable Manuel Fernándezlandero, mi productor, mi cómplice en esta aventura informativa. Su voz, puntual como un reloj suizo, me confirmó que ya estaba en la estación. "Con Valor y Con Verdad" se avecinaba, primero en Telefórmula, a las 6, y luego, la danza de las ondas solo en radio, hasta las 10. Entre el aroma del café recién hecho, revisamos la agenda del día, las noticias que marcarían la jornada, las entrevistas que pondrían el dedo en la llaga. Y justo antes de colgar, Manuel me advirtió: "Hay un radioescucha insistente, Gus. Dice que urge hablar contigo personalmente. Ha dejado mil recados con las telefonistas".

Llegué a la estación a las 5 y media. En la caseta de vigilancia, una figura familiar me esperaba. Un hombre de baja estatura, mayor, bien abrigado contra el frío matutino. Una corbata roja destacaba sobre su camisa blanca, y una boina coronaba su cabeza. "Hola querido Gus, soy tu profesor de deportes del Instituto México: Saúl Barrales. ¿Te acuerdas de mí?". La memoria me transportó a los años escolares, al gimnasio, a las clases de educación física. "Por supuesto, profe", respondí con genuina alegría. Le expliqué que lo atendería con gusto, pero la vorágine del programa me esperaba: el nudo de la corbata, el maquillaje, los micrófonos… Lo invité a pasar a la estación, advirtiéndole que no podría atenderlo hasta las 10. "Aquí te espero", me respondió con firmeza. Y así fue. Pacientemente, me esperó hasta el final del noticiero.

Cruzamos la calle hacia el Sanborns de Plaza Coyoacán, un refugio familiar desde que Telefórmula se convirtió en mi segunda casa en el año 2000. Entre el murmullo de las conversaciones y el aroma a café recién hecho, el profesor Barrales comenzó a desgranar su historia. Una historia que me heló la sangre. Me confesó su pasado como Legionario de Cristo, desde los 12 hasta los 25 años. Su posterior paso por los Hermanos Maristas. Y lo más impactante: su participación en la carta de denuncia enviada al Papa Juan Pablo II en 1997.

Aquel desayuno se producía en plena ebullición del caso Maciel. Carmen Aristegui y Javier Solórzano en Televisa, Denise Maerker y Ciro Gómez Leyva en CNI, Canal 40… todos se hacían eco de las denuncias de Juan José Vaca y José Barba. El nombre de Marcial Maciel resonaba en todos los medios: adicto, depredador sexual, mentiroso profesional protegido por el Vaticano. La magnitud de la historia me golpeó con fuerza. Invité al profesor Barrales al programa del domingo siguiente, a las 18 horas, en radio y televisión. Su testimonio, una bomba informativa, no podía esperar. Esa noche, Don Rogerio Azcárraga, llamó personalmente a la cabina, solicitando hablar con el profesor Barrales. Le ofreció todo el apoyo y la apertura del Grupo Fórmula. Un gesto que reafirmaba la importancia de dar voz a las víctimas.

Tras ver los dos primeros capítulos de "Maciel, el lobo de Dios" en HBO Max, comprendo la insistencia del profesor Barrales en aquel desayuno. Su énfasis en la adicción de Maciel a un derivado de la morfina, las marcas de las inyecciones en sus brazos… detalles que el documental de Matías Gueilburt y su equipo retratan con crudeza, desnudando la figura de uno de los hombres más polémicos de la Iglesia Católica, un hombre que murió impune. El profesor Barrales escapó a tiempo de las garras del lobo, pero su valentía lo llevó a acompañar a sus compañeros abusados en su búsqueda de justicia.

Y mientras reflexionaba sobre la historia del profesor Barrales, no podía dejar de pensar en la realidad de nuestro país. En las MIPYMES, el motor de la economía mexicana, generando 7 de cada 10 empleos, aportando la mitad del PIB. Negocios familiares, en su mayoría, con una vida promedio de 8.4 años, luchando contra la falta de liquidez, enfrentando los retos de un mercado cada vez más competitivo. Una realidad que contrasta con la oscuridad del caso Maciel, pero que nos recuerda la importancia de la perseverancia, la valentía y la búsqueda incansable de la verdad.

Fuente: El Heraldo de México