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18 de agosto de 2025 a las 09:20

Descubre la magia helada de Alaska

La reciente reunión entre Trump y Putin en Anchorage, Alaska, ha dejado un sabor agridulce y una nube de incertidumbre sobre el futuro de la guerra en Ucrania. A pesar de las casi tres horas de conversaciones a puerta cerrada, la posterior conferencia de prensa ofreció pocas respuestas concretas y dejó entrever la profunda brecha que separa las posiciones de ambos líderes. La escueta declaración de Trump, "no hay acuerdo hasta que haya un acuerdo", resume a la perfección la complejidad de la situación.

Si bien Putin reiteró sus exigencias, camufladas bajo la retórica de "eliminar las causas primarias de la guerra" y "restablecer el equilibrio de seguridad", sus palabras no son más que una repetición de las demandas ya conocidas: la desmilitarización de Ucrania, su renuncia a la OTAN y un cambio de gobierno en Kiev. En esencia, Putin busca redibujar el mapa de seguridad europeo, retrocediendo a la configuración previa a la expansión de la OTAN en Europa Central y Oriental. La única novedad, si se le puede llamar así, fue el reconocimiento de la necesidad de garantías de seguridad para Ucrania, un punto que, sin mayor concreción, suena más a concesión retórica que a un compromiso real.

Por su parte, Trump, aunque se mostró relativamente firme al no aceptar de plano las exigencias de Putin y al insistir en la necesidad de consultar con Ucrania, la OTAN y otros líderes políticos, no ha logrado avances sustanciales. La imagen de ambos líderes juntos, sin embargo, ya es una victoria para Putin, quien busca proyectar una imagen de apertura y diálogo con Estados Unidos. Esta fotografía, tan anhelada por el líder ruso, le permite fortalecer su posición en el escenario internacional y presentar la reunión como un paso hacia la normalización de las relaciones.

La visita del presidente Zelenski a Estados Unidos se presenta como un momento clave para comprender el alcance real de las conversaciones en Anchorage. Sin embargo, las pocas revelaciones sobre su conversación telefónica con Trump no invitan al optimismo. La pregunta clave sigue siendo: ¿qué hará Trump si Ucrania y sus aliados europeos rechazan las demandas de Putin, incluyendo la cesión de territorio ucraniano?

El pronóstico, ya reservado antes de la reunión, se torna aún más incierto tras el encuentro en Alaska. La falta de avances concretos y la persistencia de las exigencias rusas nos obligan a contemplar un escenario prolongado de conflicto, con pocas esperanzas de una pronta desescalada. La comunidad internacional observa con atención, consciente de que el futuro de Ucrania, y la estabilidad de Europa, penden de un hilo. La diplomacia sigue siendo la única vía para alcanzar una solución pacífica, pero el camino hacia la paz se presenta largo y tortuoso. El tiempo apremia y la necesidad de un liderazgo firme y comprometido con la paz es más urgente que nunca. ¿Estarán los líderes mundiales a la altura del desafío? Esa es la pregunta que resuena en los pasillos del poder y en las calles de Ucrania, donde la esperanza se aferra a la frágil promesa de un futuro sin guerra.

Fuente: El Heraldo de México