
17 de agosto de 2025 a las 09:15
Supera la crisis: Guía para equipos
La situación financiera precaria de la Liga Profesional de Futbol Americano (LFA) levanta serias dudas sobre la viabilidad de los modelos deportivos en México. A nueve años de su creación, la liga se tambalea entre deudas a jugadores, proveedores y al fisco, un escenario que, lamentablemente, se replica en otras disciplinas como el béisbol, el baloncesto e incluso el fútbol de primera y segunda división. Parece que la ambición de poseer un equipo deportivo, en muchos casos, supera la capacidad real de sostenerlo financieramente. Se observa una preocupante tendencia: dueños que se lanzan a la aventura deportiva sin los recursos necesarios, mendigando estadios y fondos públicos a gobiernos estatales para financiar lo que parecen ser caprichos personales. El resultado es un espectáculo lamentable donde deportistas y comentaristas son las principales víctimas, arrastrados por la irresponsabilidad de quienes priorizan la vanidad por encima de la solvencia económica.
El caso de los extintos Mariachis de Guadalajara, franquicia de la Liga Mexicana de Beisbol, ilustra a la perfección esta problemática. Deudas con artesanos huicholes, un ejemplo casi tragicómico de la magnitud del desfalco. Resulta inevitable recordar el caso de Carlos Lazo y su imperio deportivo construido sobre arena. Dueño del Chihuahua FC, los Generales de Durango, los Libertadores de Querétaro y los Reds de la CDMX, este empresario venezolano tejió una red de estafas a través de empresas de apuestas e inversiones, dejando a miles de personas en la ruina y a sus equipos a la deriva. Su detención, si bien un paso importante, no resuelve el enorme daño causado ni garantiza la recuperación de los fondos perdidos.
La historia se repite con los Mariachis, presentados con bombos y platillos por el presidente Andrés Manuel López Obrador como una expansión prometedora de la LMB. Sin embargo, la realidad se impuso a la propaganda. Los Conspiradores de Querétaro, otro ejemplo de esta crónica de un fracaso anunciado, enfrentaron penurias desde el inicio: salarios impagos, condiciones de viaje deplorables, falta de equipo para entrenar y una alimentación deficiente. Ante este panorama desolador, figuras clave como Agustín Murillo optaron por abandonar el barco. ¿Quién puede culparlos?
Este ciclo vicioso de equipos que nacen y mueren asfixiados por la falta de recursos es una triste realidad del deporte mexicano. Un escenario donde la ambición desmedida y la irresponsabilidad financiera se imponen a la planificación y la gestión responsable. Y lo que es aún más preocupante, la sombra del crimen organizado, con casos como Querétaro, Irapuato y los Mapaches de Nueva Italia, planea sobre este panorama, dejando una huella imborrable de corrupción e impunidad. Es imperativo que las autoridades implementen mecanismos de control más rigurosos para evitar que se repitan estas historias de fracaso y despilfarro, protegiendo tanto a los deportistas como a la integridad del deporte nacional. ¿Hasta cuándo seguiremos presenciando este espectáculo de improvisación y ruina? La pregunta queda abierta.
Fuente: El Heraldo de México