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16 de agosto de 2025 a las 17:50
Mane y Ligia: Boda de ensueño en hacienda
El amor floreció en un rincón mágico de Durango, donde los caminos de Mane de la Parra y Ligia Uriarte se unieron para siempre. Hacienda El Mortero, un escenario bañado por la belleza rústica del campo mexicano y el aroma a nogal, fue testigo del "sí, quiero" que selló su historia de amor. Más allá de la discreción que caracterizó su noviazgo, la alegría de este momento trascendió, compartiendo con el mundo la dicha que los embarga. Imaginen la escena: el sol acariciando la piel, el murmullo del viento entre las hojas de los nogales centenarios, y la mirada cómplice de dos almas que se encontraron.
La elegancia campirana abrazó la celebración. Los diseños de Benito Santos, con su inconfundible sello mexicano, vistieron a los novios con la sofisticación y la tradición que el momento ameritaba. Cada detalle, cuidadosamente elegido, reflejó la personalidad de la pareja y el profundo respeto por sus raíces. No se trató solo de una boda, sino de un homenaje a la cultura mexicana, un brindis con tequila de alta gama que resonó como un himno a la tierra que los vio nacer.
La presencia de familiares y amigos, llegados de diferentes rincones, llenó el ambiente de calidez y emoción. Cada abrazo, cada sonrisa, cada palabra de felicitación, se convirtió en un testimonio invaluable del cariño que rodea a la pareja. Atravesar caminos largos y a veces complicados valió la pena para ser testigos de este enlace, demostrando que el amor y la amistad no conocen fronteras.
Más allá del glamour y la celebración, la boda de Mane y Ligia es un recordatorio de que las cosas más valiosas de la vida, como el amor, la familia y las buenas tradiciones, se cultivan con paciencia y dedicación. Es un canto a la esperanza, una oda a la felicidad que se construye día a día, con pequeños gestos y grandes decisiones.
Y mientras la nuez pecana, fruto de la tierra duranguense, continúa su ciclo en Hacienda El Mortero, la historia de amor de Mane y Ligia comienza a escribir sus propios capítulos, llena de promesas, sueños compartidos y la certeza de que juntos, pueden construir un futuro tan sólido y fértil como la tierra que los unió. Un futuro donde el amor, como el buen tequila, se añeja con el tiempo, adquiriendo un sabor único e irrepetible.
Fuente: El Heraldo de México