La angustia se respira en Cajicá. Han pasado ya más de 48 horas desde que la pequeña Valeria Afanador, una niña de 10 años con Síndrome de Down, desapareció del Colegio Gimnasio Los Laureles. La incertidumbre carcome a su familia, a la comunidad estudiantil y a todo un país que sigue con el alma en vilo las noticias sobre su paradero. Las imágenes de las cámaras de seguridad, mudos testigos de su salida hacia la zona de arbustos y la reja que da al Río Frío, se repiten una y otra vez en las mentes de todos. ¿Cómo pudo ocurrir? ¿Dónde está Valeria?

El Río Frío, usualmente un remanso de paz en medio del paisaje cundinamarqués, se ha convertido en el centro de una búsqueda frenética. Bomberos de Cundinamarca, con la ayuda de binomios caninos, drones y botes, peinan palmo a palmo sus aguas y riberas. La tecnología se une al instinto animal y a la desesperación humana en una carrera contra el reloj. Cada minuto que pasa aumenta la zozobra y la necesidad de encontrar a Valeria sana y salva. Su condición, el Síndrome de Down, la hace aún más vulnerable, incrementando la urgencia de la búsqueda y la preocupación de todos.

La comunidad, conmovida e indignada, se pregunta cómo una niña pudo desaparecer del interior de su colegio. Las miradas se dirigen hacia los protocolos de seguridad del Gimnasio Los Laureles. ¿Fueron suficientes? ¿Se tuvo en cuenta la condición especial de Valeria? Padres de familia y estudiantes exigen respuestas, mientras la directora del colegio, Sonia Ochoa, asegura haber entregado toda la información a las autoridades y a la familia. Videos, fotos, todo lo que pueda ayudar a esclarecer los hechos y, sobre todo, a encontrar a Valeria.

La imagen de la pequeña con su uniforme escolar, la última que se tiene de ella antes de su desaparición, se ha convertido en un símbolo de la esperanza y la solidaridad que embarga a Cajicá y a toda Colombia. Las redes sociales se han inundado de mensajes de apoyo, peticiones de colaboración y oraciones por su pronto regreso. En cada rincón del país, la gente se aferra a la esperanza de que Valeria sea encontrada pronto, sana y salva.

Mientras tanto, la búsqueda continúa sin descanso. El incansable trabajo de los rescatistas, la angustia de la familia y la solidaridad de la comunidad se entrelazan en una plegaria colectiva: que Valeria vuelva a casa. Que su sonrisa vuelva a iluminar el rostro de sus seres queridos. Que la tranquilidad retorne a Cajicá.

La pregunta que todos nos hacemos es la misma: ¿Dónde está Valeria? Y la respuesta, aún esquiva, se busca con desesperación en cada rincón, en cada corriente del Río Frío, en cada corazón que late con la esperanza de encontrarla. La búsqueda no cesará hasta que Valeria esté de vuelta en casa.