Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Política

15 de agosto de 2025 a las 09:30

Bienestar: ¿Más que solo números?

En el intrincado tablero de la política económica, a menudo nos dejamos seducir por el canto de sirena del Producto Interno Bruto (PIB), ese número mágico que promete prosperidad y desarrollo. Nos aferramos a él como si fuera el oráculo definitivo, el indicador supremo del bienestar colectivo. Crece el PIB y respiramos aliviados, convencidos de que vamos por buen camino. Se estanca o decrece, y el pánico se apodera de nosotros, presagiando tiempos oscuros. Pero, ¿qué tan preciso es este indicador? ¿Realmente refleja la realidad de las familias mexicanas, el sustento en sus mesas, la educación de sus hijos, la tranquilidad en sus hogares?

La experiencia reciente de México nos invita a cuestionar esta obsesión con el PIB. A pesar de un crecimiento económico modesto, influenciado sin duda por la tormenta global de la pandemia, hemos sido testigos de un fenómeno singular: el ingreso de los hogares, especialmente de los más vulnerables, ha experimentado un aumento significativo. No se trata de malabarismos estadísticos, ni de "otros datos", sino de una realidad palpable, respaldada por la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del Inegi.

Imaginemos un pastel. El PIB representa el tamaño total de ese pastel. Puede ser un pastel enorme, imponente, pero si la mayoría de las rebanadas se concentran en unas pocas manos, ¿de qué sirve su tamaño? En cambio, un pastel más pequeño, pero repartido equitativamente, puede saciar el hambre de un mayor número de personas. Esto es precisamente lo que ha sucedido en México. Si bien el pastel no ha crecido tanto como hubiéramos deseado, las rebanadas que llegan a las familias, particularmente a las más necesitadas, son más generosas.

El aumento del 35.9% en los ingresos del decil I, el 10% más pobre de la población, es una prueba contundente del impacto de las políticas públicas enfocadas en el bienestar social. No se trata solo de números fríos, sino de millones de personas que han salido de la pobreza, que ven un futuro más esperanzador para sus familias. Este logro, cinco veces mayor al del sexenio anterior, no puede ser ignorado. Demuestra que es posible mejorar la vida de la gente, incluso en contextos de crecimiento económico moderado.

La clave reside en la distribución de la riqueza, en garantizar que los beneficios del crecimiento lleguen a todos los rincones del país, no solo a unos cuantos privilegiados. Aumentos al salario mínimo, programas sociales, inversión en educación y salud: estas son las herramientas que han permitido este avance, que han puesto el bienestar de la gente en el centro de la política económica.

No se trata de desdeñar el crecimiento económico. Es un objetivo legítimo, necesario para el desarrollo del país. Pero no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un objetivo superior: el bienestar de todas y todos los mexicanos. Debemos dejar de lado la obsesión con el PIB y enfocarnos en lo que realmente importa: que cada familia tenga acceso a una vida digna, que la prosperidad no sea un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos. El camino está trazado, y México, con paso firme, avanza hacia un futuro más justo e igualitario.

Fuente: El Heraldo de México