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14 de agosto de 2025 a las 09:15

Libera a Pemex: Rompe las cadenas

El fantasma de López Velarde sigue rondando a Pemex. Más de un siglo después de su certero verso, la petrolera nacional se ha convertido en un símbolo no de prosperidad, sino de una deuda que parece eterna, un lastre que nos ancla al pasado. Lejos de ser la gallina de los huevos de oro, Pemex se asemeja más a un pozo sin fondo que absorbe recursos y escupe pérdidas, contaminando no solo el medio ambiente, sino también el panorama económico del país.

Las cifras son escalofriantes. Una pérdida neta de más de 620 mil millones de pesos en 2024, una deuda que supera los 101 mil millones de dólares en el primer trimestre de 2025, y un primer trimestre del mismo año que añade otros 43 mil millones de pesos en números rojos. Estos datos no son simples estadísticas, son el reflejo de una administración tras otra que ha ido cavando la tumba de la que alguna vez fue la joya de la corona. Se habla de rescate, pero la realidad es que la inyección presupuestal de 136 mil millones de pesos destinada a amortizar la deuda en 2025 se pierde en un mar de deudas con proveedores que ascienden a la desorbitante cifra de 600 mil millones de pesos. Es como intentar apagar un incendio con un vaso de agua.

Mientras tanto, el huachicoleo, la lacra que desangra a la petrolera, sigue campante, costándole a Pemex más de 7 mil millones de pesos en el primer semestre de 2025, un alarmante incremento del 33% respecto al año anterior. La producción, por su parte, se desploma, cayendo un 12% en enero de 2025, alcanzando apenas la raquítica cifra de mil 365 millones de barriles diarios. No solo Pemex no funciona, sino que su ineficiencia se ha convertido en un problema de Estado, transfiriendo la carga a la Hacienda pública y creando una bomba de tiempo que amenaza con detonar en cualquier momento.

Y como si el panorama no fuera lo suficientemente desolador, la refinería Olmeca, bautizada como la obra insignia de la administración, se erige como un monumento a la ineficiencia. Con un costo exorbitante de 16.8 mil millones de dólares, la refinería opera a solo el 65% de su capacidad, obligada a exportar parte de su producción de diésel ultra bajo azufre por la falta de ductos adecuados. Una paradoja que resume la irresponsabilidad y la falta de planificación que han caracterizado la gestión de Pemex.

Pero la historia no termina ahí. El escándalo internacional que involucra a empresarios acusados de sobornar a funcionarios de Pemex por contratos millonarios, pone al descubierto la corrupción endémica que carcome a la petrolera desde adentro. Mientras el Departamento de Justicia de Estados Unidos investiga sobornos y contratos fraudulentos, el "compromiso nacional contra la corrupción" se desdibuja, revelando su verdadera naturaleza: una promesa vacía, un discurso hueco.

Ante este panorama desolador, la respuesta de las autoridades es el silencio. Un silencio cómplice que resulta más elocuente que cualquier discurso. Si tenemos que depender del Departamento de Justicia de otro país para destapar la corrupción en nuestras propias instituciones, ¿hacia dónde vamos? La pregunta queda en el aire, mientras el fantasma de López Velarde sigue susurrando al oído de un país que se aferra a la esperanza de un futuro mejor, un futuro que parece cada vez más lejano.

Fuente: El Heraldo de México