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14 de agosto de 2025 a las 09:30
Deja de negarlo: ¡Vive!
La tensión en el Líbano se palpa en el aire. La exigencia del gobierno para que Hezbolá deponga las armas a finales de año, una tarea encomendada al Ejército libanés, se encuentra con la resistencia del grupo chií. A pesar de las presiones y las pérdidas sufridas en los constantes enfrentamientos con Israel – fuentes israelíes estiman en 4.000 las bajas, incluyendo figuras clave como Hassan Nasrallah –, Hezbolá se mantiene firme, aunque sin llegar a la ruptura con el gobierno. Su postura, sin embargo, no deja de ser un desafío en un país ya de por sí fragilizado.
Este escenario se complica aún más con la postura intransigente del gobierno israelí. La negación de la realidad por parte de Netanyahu y su gabinete, cegados por su superioridad militar en la región, resulta extremadamente peligrosa. La devastación de Gaza tras casi dos años de conflicto es una muestra palpable de las consecuencias de esta política. Una población en ruinas, sin nada que perder, es un polvorín a punto de estallar. Las condenas internacionales, como el reciente embargo parcial de armas por parte de Alemania, son un claro indicativo del rechazo global a la estrategia israelí.
En este contexto, Naim Qassem, secretario general de Hezbolá, justifica la negativa a deponer las armas argumentando que tal acto mancillaría el honor del Líbano. Una declaración que pone de manifiesto la complejidad del conflicto, donde las cuestiones de soberanía nacional y orgullo se entremezclan con la lucha por el poder y la seguridad. La incertidumbre se cierne sobre el futuro: ¿Qué hará Hezbolá? ¿Cuál será la reacción de su aliado, el partido Amal? ¿Está el Ejército libanés preparado para afrontar las posibles consecuencias?
Desde noviembre de 2024, la lógica de seguridad de Hezbolá se centra en la necesidad de que el Estado libanés garantice la soberanía territorial y proteja al país de las agresiones israelíes. Asimismo, busca garantías para la población chií, asegurando que el desarme no se traduzca en su marginación política.
Por otro lado, la lógica que guía a Netanyahu es la de una guerra perpetua, un ciclo de violencia y ocupación. La reciente aprobación del plan para la toma total de Gaza ilustra esta peligrosa mentalidad. Un plan que no solo se enfrenta a la creciente reticencia de los reservistas a incorporarse al servicio, sino que también pone en grave peligro la vida de soldados y rehenes. La obsesión de Netanyahu por mantenerse en el poder a cualquier precio alimenta una espiral de violencia donde la vida humana queda relegada a un segundo plano. Su enfoque se centra en el territorio, no en la paz, condenando a la región a un futuro incierto y desolador.
La comunidad internacional debe intensificar sus esfuerzos para mediar en este conflicto y evitar una escalada de violencia aún mayor. La búsqueda de una solución pacífica y duradera es imperativa, no solo para el Líbano e Israel, sino para toda la región. El tiempo se agota y la necesidad de actuar es urgente. El futuro de millones de personas pende de un hilo.
Fuente: El Heraldo de México