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13 de agosto de 2025 a las 18:20

Rescatada tras aterradora pesadilla

La historia de esta niña de 12 años nos hiela la sangre y nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad de los menores ante la crueldad del mundo. Imaginen el terror que debió sentir al escapar de su hogar, creyendo encontrar refugio y encontrándose, en cambio, con un infierno aún peor. La promesa de ayuda, la traición, el viaje a un país desconocido, la explotación sistemática… cada detalle es una puñalada al alma. Tres meses. Tres meses sometida a los abusos de cerca de 200 personas. Es una cifra que cuesta asimilar, que nos deja sin aliento. ¿Cómo es posible que una red criminal de tal magnitud opere con tanta impunidad? ¿Cómo podemos, como sociedad, permitir que la infancia sea robada de esta manera tan brutal?

El caso de esta niña no es un hecho aislado. Es un síntoma de una enfermedad social que corroe los cimientos de nuestra humanidad. Las palabras de Abraham Mathai resuenan con una dolorosa verdad: "Esta niña ni siquiera ha llegado a la adolescencia, pero su infancia ha sido robada". Y no solo le han robado su infancia, le han robado su seguridad, su dignidad, su derecho a un futuro.

La crianza estricta, el miedo al castigo, pueden empujar a los niños a tomar decisiones desesperadas, a buscar ayuda en lugares equivocados. Es fundamental que, como padres y educadores, aprendamos a comunicarnos con nuestros hijos, a crear un ambiente de confianza donde se sientan seguros para expresar sus miedos y preocupaciones. El castigo físico no educa, solo genera terror y resentimiento.

Pero la responsabilidad no recae únicamente en las familias. Las autoridades, tanto en Bangladesh como en la India, tienen la obligación de fortalecer las leyes y los mecanismos de protección para garantizar la seguridad de los niños. La lucha contra el tráfico de personas, la explotación sexual y la violencia contra los menores debe ser una prioridad absoluta. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras miles de niños sufren en silencio.

El testimonio de la activista Madhu Shankar es escalofriante. Niñas mendigando en las calles, manipuladas, obligadas a prostituirse, sometidas a tratamientos hormonales para acelerar su madurez física… Es una realidad que nos interpela, que nos exige actuar. No podemos permitir que estas prácticas aberrantes continúen.

El aumento de las cifras de abuso sexual en la India es alarmante. Casi 39,000 casos denunciados en 2022. Y esa es solo la punta del iceberg. ¿Cuántos casos más permanecen ocultos por el miedo, la vergüenza, la falta de confianza en el sistema judicial? La impunidad es el caldo de cultivo para la proliferación de estos crímenes. Es urgente que se fortalezcan los mecanismos de denuncia, que se garantice la protección de las víctimas y que se aplique todo el peso de la ley a los culpables.

El rescate de esta niña es una pequeña victoria en una batalla que aún está lejos de ganarse. Es un recordatorio de que la esperanza existe, pero también de que el camino hacia la erradicación de la explotación infantil es largo y requiere del compromiso de todos. Debemos trabajar juntos, gobiernos, organizaciones sociales, familias e individuos, para construir un mundo donde todos los niños puedan crecer seguros, protegidos y con la oportunidad de alcanzar su pleno potencial. No podemos permitir que la infancia siga siendo robada.

Fuente: El Heraldo de México