La tragedia que envuelve la muerte de Acquene Arradaza, ex reina de belleza de Filipinas, ha conmocionado al país y ha dejado una estela de preguntas sin respuesta. El hallazgo de su cuerpo, con signos evidentes de tortura y violencia, nos confronta con la brutal realidad de la violencia de género y la impunidad que, en ocasiones, la rodea. La imagen de una mujer joven, llena de vida y sueños, reducida a un cuerpo sin vida flotando en el mar, amarrada y con el rostro cubierto, es desgarradora. Es un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad que enfrentan muchas mujeres en nuestra sociedad.

La policía admite que quizás se podría haber hecho más, pero la falta de una denuncia inmediata tras su secuestro dificultó la respuesta. Si bien es cierto que la responsabilidad principal recae en los perpetradores de este crimen atroz, la pregunta sobre si una reacción más rápida podría haber cambiado el destino de Acquene persistirá. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la denuncia temprana en casos de desaparición y la necesidad de fortalecer los mecanismos de protección para las mujeres que se encuentran en situaciones de riesgo.

Las circunstancias que rodean el feminicidio de Acquene son especialmente perturbadoras. La meticulosidad con la que sus captores planearon su ejecución, la forma en que intentaron ocultar su cuerpo lastrando sus extremidades con piedras, habla de una crueldad inconcebible. Estos detalles, lejos de ser morbosos, son cruciales para comprender la magnitud del problema y la necesidad de implementar medidas más efectivas para prevenir y castigar estos crímenes.

El hecho de que Acquene haya sido encontrada sin ropa añade otra capa de complejidad al caso. ¿Fue un acto de degradación adicional? ¿Formaba parte de un ritual? Estas preguntas, aunque difíciles de responder, deben ser investigadas a fondo. La justicia para Acquene exige que se esclarezcan todos los detalles, por más dolorosos que sean.

La posible conexión con el asesinato de su hermano, Erros Arradaza, un año antes, abre una nueva línea de investigación. La hipótesis de un ajuste de cuentas relacionado con el narcotráfico, si bien no se ha confirmado, añade un elemento de peligro y nos muestra la compleja red de violencia y criminalidad que puede atrapar a familias enteras.

La desolación de la madre de Acquene, quien ahora debe criar a sus tres nietos huérfanos, es inimaginable. Su llamado a la justicia es un clamor que no podemos ignorar. Es un llamado a la sociedad, a las autoridades, a todos nosotros, a unirnos para exigir un fin a la violencia contra las mujeres y para construir un futuro donde la vida de Acquene y de tantas otras víctimas no se olvide y sirva como impulso para un cambio real. No podemos permitir que la impunidad prevalezca. La justicia para Acquene es justicia para todas.