
13 de agosto de 2025 a las 09:30
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La historia del doctor varado en Acapulco, incapaz de llegar a la Ciudad de México para realizar una cirugía crucial, ilustra a la perfección la fragilidad de un sistema que depende de un único punto neurálgico. Imaginen la angustia de los pacientes, la impotencia del personal médico y el caos logístico que se desencadena cuando el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) sufre una contingencia, como la inundación del pasado domingo. Quince mil pasajeros, con sus planes, conexiones y urgencias, suspendidos en el aire, redirigiéndose a aeropuertos alternos como fichas de un tablero de ajedrez descontrolado. Acapulco, Querétaro, León, Veracruz, Guadalajara, Puebla, Cancún, Toluca… un abanico de destinos improvisados que, lejos de solucionar el problema, amplifican la complejidad del traslado y la incertidumbre de los viajeros.
Y mientras uno lidia con la reprogramación de cirugías, con la frustración palpable de quienes ven sus esperanzas de recuperación aplazadas, la mente no puede evitar divagar sobre las promesas incumplidas. El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), presentado como la solución, la panacea que aliviaría la saturación del AICM y dotaría a la capital de un “sistema aeroportuario” a la altura de grandes metrópolis como Nueva York, Londres o París, se revela como una promesa vacía. Ningún vuelo desviado aterrizó en el AIFA. ¿Por qué? Las razones, envueltas en un halo de opacidad técnica, nos obligan a cuestionar la viabilidad real de este proyecto.
La comparación con otros sistemas aeroportuarios resulta, a la luz de los acontecimientos, casi dolorosa. Mientras que en otras ciudades los aeropuertos secundarios funcionan como alternativas reales y eficientes, el AIFA permanece como un actor secundario, incapaz de asumir el protagonismo cuando la situación lo exige. Newark alivia la presión sobre JFK, Gatwick complementa a Heathrow, Orly ofrece una alternativa a Charles de Gaulle. ¿Por qué el AIFA no puede desempeñar un papel similar en el sistema aeroportuario mexicano? La respuesta, sin duda, se encuentra en un complejo entramado de factores técnicos, logísticos y, quizás, políticos.
Recordemos el caso de la Biblioteca Vasconcelos, un proyecto inicialmente controvertido que, gracias a una gestión visionaria, logró transformarse en un espacio público vibrante y valioso. ¿Podría el AIFA, a pesar de sus inicios titubeantes, seguir una trayectoria similar? ¿Es posible rescatar este proyecto y convertirlo en un activo para el país? La pregunta, urgente e ineludible, flota en el aire, esperando una respuesta que, por el momento, se nos escapa. La necesidad de un sistema aeroportuario robusto y eficiente es innegable. La viabilidad del AIFA como parte integral de ese sistema, sin embargo, requiere una revisión profunda y honesta, libre de intereses políticos y enfocada en las necesidades reales del país. El futuro de la aviación mexicana, y la tranquilidad de miles de pasajeros como el doctor varado en Acapulco, dependen de ello.
Fuente: El Heraldo de México