
13 de agosto de 2025 a las 10:05
El Corazón Gigante de Alan Carvajal
La historia de Alan Carvajal es un testimonio de perseverancia. Imaginen: recibir la noticia de que podrías jugar para las Chivas, uno de los equipos más emblemáticos de México, después de haber perdido una pierna. Un accidente que transformó su cuerpo, sí, pero que no logró apagar la llama de su sueño. Alan no solo logró jugar, sino que lo hizo para la Selección Mexicana de amputados, un equipo que, a pesar de las dificultades, se ha consolidado como una potencia mundial.
En el terreno de juego, de apenas 60 metros de largo, el sonido de los bastones al chocar en las jugadas divididas crea una sinfonía peculiar. Siete jugadores, seis de campo y un portero, se entregan en cada partido con una pasión desbordante. Hay barridas que desafían la gravedad, paredes que demuestran una conexión casi telepática, atajadas que parecen imposibles y chilenas que rozan lo sublime. Lo que les pueda faltar en físico, lo compensan con creces con corazón, con garra, con una entrega incondicional.
Recordemos la Copa Oro de 2025. Abelardo Rangel, el capitán, levanta el trofeo con una mezcla de orgullo y emoción contenida. A sus 17 años, mientras viajaba por la carretera de Monterrey a Coahuila para disputar un partido, la camioneta en la que se trasladaba con su equipo fue impactada por un tráiler. Dos de sus compañeros perdieron la vida. Abelardo perdió su pierna izquierda. "Una amputación es un proceso extremadamente difícil", confiesa. "Hay quienes no logran superarlo. Yo he tenido la fortuna de contar con el apoyo de mi familia y con buena salud. Uno se rebela, busca explicaciones, pero lo más difícil, y a la vez lo más correcto, es la aceptación. Podemos hacer lo que cualquier persona convencional hace, quizá de una manera diferente".
La lucha de la Asociación Mexicana de Futbol de Amputados (AMFA), liderada por José Antonio Pérez Gauna, es una batalla constante. Han tocado innumerables puertas, tanto en el sector público como en el privado, buscando el apoyo que esta disciplina merece, pero la respuesta, en la mayoría de los casos, ha sido el silencio. "El futbol de amputados se practica desde mediados de los años ochenta, y aún hay mucha gente que desconoce su existencia debido a la poca difusión que recibe", lamenta Pérez Gauna. "En una ocasión, alguien me dijo: 'Tus atletas no son glamurosos'".
Las anécdotas de los seleccionados mexicanos son un reflejo de su resiliencia. Recuerdo la Copa América de 2013 en Brasil. Al no poder costear el viaje en tren, los jugadores tuvieron que dormir en el piso del Aeropuerto Internacional de Galeão, en Río de Janeiro. Junto a ellos, en el suelo, descansaban el trofeo de subcampeones y el premio al Mejor Jugador, que en esa ocasión lo obtuvo Charly Vázquez.
Mientras que en países como Turquía o Polonia los futbolistas de amputados son tratados como estrellas, con ligas profesionales y salarios dignos, los jugadores mexicanos se ven obligados a realizar rifas, botear y buscar cualquier medio para financiar sus viajes a los torneos.
San Juan de los Lagos, Jalisco, 12 de julio de 2025. El ritmo contagioso de "Payaso de Rodeo" rompe la tranquilidad habitual de este pueblo, conocido por su basílica, el segundo santuario más visitado de México. Los jugadores celebran con euforia el triunfo sobre Estados Unidos en la final de la Copa Oro (3-2), emulando la alegría de la selección mayor, la de los reflectores y los patrocinios millonarios, la que, sin embargo, no logra superar el "quinto partido". En 2018, en esa misma cancha, prestada por la empresa Proan, la selección mexicana de amputados obtuvo el cuarto lugar en el Mundial, por detrás de Brasil, Turquía y Angola.
No hay desfiles ni contratos millonarios para estos héroes, pero San Juan de los Lagos se convierte, a partir de ese momento, en su casa, en la sede del mundial de futbol de amputados. "Es un ambiente muy familiar, sin bengalas ni alcohol, sin insultos a los jugadores", comenta Diego Ávalos, un aficionado que, con su máscara y papelitos de colores, celebra el triunfo del equipo. "Al final de los partidos, nos tomamos fotos con ellos, nos firman autógrafos. Es algo muy diferente al futbol convencional".
La imagen de dos niños jugando en las calles del pueblo, pateando la pelota con sus bastones de madera, emulando a sus ídolos, es una muestra de la inspiración que estos jugadores representan. Son soldados heridos por el destino, pero sanados por la vida, por la pasión por el futbol.
"Si pudiera cambiar algo, no lo haría, sabiendo cómo me ha ido", reflexiona Abelardo, con orgullo, sin su extremidad, pero con una fortaleza admirable. Al igual que Alan Carvajal y el resto de los jugadores de la selección mexicana de amputados, Abelardo utiliza el corazón como punto de apoyo en cada disparo a gol, demostrando que las limitaciones físicas no son un impedimento para alcanzar los sueños.
Fuente: El Heraldo de México