
13 de agosto de 2025 a las 09:30
Construyendo la Paz: Un Esfuerzo Común
En un mundo a menudo marcado por la discordia y el conflicto, la búsqueda de la paz se alza como un anhelo universal. Pero, ¿cómo se construye un escenario de auténtica paz, uno que trascienda la simple ausencia de guerra y se convierta en un tejido social vibrante y resiliente? La respuesta, como argumenta el Fiscal General de Chiapas, Jorge Luis Llaven Abarca, no reside en tratados firmados en la solemnidad de un escritorio, ni en la imposición de la fuerza, sino en un esfuerzo colectivo, un compromiso compartido que entrelaza la voluntad política con la participación ciudadana.
La paz, en su esencia, es una construcción artesanal, tejida con los hilos de la educación en valores dentro de la familia, el diálogo fomentado en las aulas, la preservación de la identidad cultural en cada comunidad y la garantía de justicia que emana de un Estado sólido. No es un regalo otorgado, sino una conquista diaria, una obra coral en la que millones de voces se unen para entonar la melodía de la convivencia pacífica.
Como bien señala Llaven Abarca en su libro "La paz como derecho humano", esta anhelada meta se forja en el crisol de lo local, en el corazón mismo de las comunidades, pero su impacto resuena con fuerza en la nación entera. La estrategia de la presidenta Claudia Sheinbaum y la visión del gobernador Eduardo Ramírez convergen en un punto crucial: la seguridad, ese pilar fundamental de la paz, germina en la tierra fértil de la participación ciudadana y el compromiso inquebrantable del Estado.
La presidenta Sheinbaum aboga por una "paz positiva", un concepto que va más allá de la mera ausencia de violencia para abrazar la presencia activa de la justicia, la cohesión social y la igualdad de oportunidades. Sus ejes de acción son claros: atacar las raíces de la inseguridad, fortalecer la inteligencia e investigación, tejer redes de coordinación con los gobiernos locales y erradicar la impunidad. Sin embargo, la presidenta reconoce que, sin la participación activa de la ciudadanía, sin ese compromiso tangible que se manifiesta en los comités vecinales, las redes de apoyo, las brigadas juveniles y la recuperación de espacios públicos, ninguna política, por más bien intencionada que sea, puede echar raíces y florecer.
La seguridad, entonces, se transforma en un pacto social, un compromiso mutuo entre el Estado y la sociedad. Un pacto que se sella en lo cotidiano, en los gestos de solidaridad, en la mano que se extiende para ayudar en lugar de señalar, en la voz que se alza para defender la paz. Sin ciudadanos que asuman su rol como guardianes de la convivencia pacífica, cualquier estrategia de seguridad es un edificio sin cimientos, vulnerable ante la primera tempestad. Pero con cimientos firmes, construidos con la participación ciudadana, ninguna fuerza podrá arrebatarnos el derecho fundamental de vivir seguros.
En Chiapas, el gobernador Eduardo Ramírez ha demostrado con hechos la validez de esta premisa. Su gestión se ha caracterizado por la articulación efectiva entre la ciudadanía y el gobierno, logrando avances significativos en el combate al delito y la impartición de justicia. La paz, bajo su liderazgo, se ha convertido en una prioridad pública, un camino que se recorre en conjunto con la sociedad, un proyecto colectivo que se visualizó desde la consulta popular que dio origen al Plan Estatal de Desarrollo 2025-2030.
La Fiscalía General del Estado, bajo la dirección de Llaven Abarca, ha impulsado modelos de prevención y colaboración que colocan a la comunidad en el centro de la escena, generando valiosas lecciones para todo el país. La experiencia chiapaneca demuestra que la paz se fortalece cuando el Estado escucha con atención las voces de la ciudadanía, cuando la gente participa activamente en la construcción de su propio futuro y cuando ambos, Estado y sociedad, asumen la responsabilidad compartida de garantizar el derecho a vivir en paz y seguridad.
México se encuentra en un punto de inflexión, abrazando un nuevo paradigma de seguridad con visión humanista, donde la mediación se erige como política pública y la ciudadanía activa se convierte en el cimiento de la paz. Chiapas, con su ejemplo, ilumina el camino, demostrando que, con una sociedad organizada y un Estado presente, la paz deja de ser una promesa lejana para convertirse en una realidad tangible. Porque en Chiapas, como en toda la nación, se comprende que no existen atajos: la paz se construye día a día, ladrillo a ladrillo, con el esfuerzo conjunto de todos. Es, en definitiva, una construcción colectiva.
Fuente: El Heraldo de México