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12 de agosto de 2025 a las 09:40
Recupera el placer perdido
La era digital nos ha abierto las puertas a un universo de información y entretenimiento sin precedentes. Un clic, un deslizar de dedo, y tenemos acceso a prácticamente todo. Pero, ¿a qué costo? En el ámbito de la sexualidad, la omnipresencia de la pornografía online plantea interrogantes cruciales sobre cómo estamos viviendo y percibiendo el placer, el deseo y la intimidad. Como bien apunta Mónica Salmón en su reflexión, la facilidad con la que accedemos a contenido explícito nos sumerge en un mar de estímulos constantes, donde la búsqueda de la novedad y lo extremo se convierte en una espiral sin fin.
La dopamina, esa hormona del placer y la anticipación, juega un papel fundamental en esta dinámica. El cerebro, ávido de esa gratificación instantánea, nos impulsa a buscar más y más, elevando el umbral de lo que nos excita. Lo que antes nos sorprendía, ahora se vuelve trivial, y la búsqueda de una intensidad mayor se convierte en una constante. Este ciclo, como señala Salmón desde su perspectiva psicológica, puede llevar a una desensibilización, donde la realidad palidece frente a la fantasía hiperproducida del porno.
La brecha entre la expectativa y la experiencia real puede generar frustración e insatisfacción. La conexión con la piel, la mirada, el ritmo del otro, la construcción de la intimidad… todos esos matices que enriquecen la experiencia sexual se pierden en la vorágine de la estimulación visual constante. Nos convertimos en espectadores pasivos de nuestra propia sexualidad, desconectados de las sensaciones reales y de la conexión emocional.
La pornografía no es un fenómeno nuevo, pero la accesibilidad actual, las 24 horas del día, de forma gratuita e ilimitada, marca una diferencia significativa. Ya no se trata de una búsqueda ocasional, sino de una presencia constante que moldea, consciente o inconscientemente, nuestra percepción del deseo y del placer. Los estudios científicos, como menciona Salmón, empiezan a corroborar esta intuición, mostrando una correlación entre el consumo frecuente de pornografía y una menor satisfacción sexual.
¿Estamos, entonces, empobreciendo nuestra sexualidad? La pregunta queda flotando en el aire, invitándonos a reflexionar sobre nuestros propios hábitos y a cuestionar la influencia de la tecnología en nuestras vidas. ¿Es posible disfrutar del placer digital sin que este se convierta en un sustituto de la conexión real? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre la exploración online y la construcción de una intimidad plena y satisfactoria?
La respuesta, como en muchos aspectos de la vida, reside en la consciencia. En ser capaces de observar nuestros propios patrones de consumo, de reconocer las señales de alerta y de buscar alternativas que nos permitan vivir una sexualidad plena y conectada, tanto con nosotros mismos como con los demás. El camino hacia una sexualidad enriquecedora no pasa por la negación o la represión, sino por la integración consciente de las diferentes facetas del deseo y del placer, priorizando la conexión humana y la construcción de una intimidad genuina.
Y tú, ¿qué piensas? ¿Has experimentado esa sensación de vacío tras horas de "scroll infinito"? ¿Crees que la tecnología está moldeando tu forma de desear? Comparte tu opinión, la conversación es fundamental para comprender la complejidad de este fenómeno y construir una sexualidad más sana y plena para todos.
Fuente: El Heraldo de México