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12 de agosto de 2025 a las 09:25

La paradoja de Trump: ¿Paz o guerra?

La política exterior estadounidense bajo la administración Trump se ha caracterizado por un cambio drástico: de un relativo retraimiento a una intervención agresiva, inconsistente e impredecible en el escenario mundial. Este nuevo intervencionismo, lejos de seguir las normas diplomáticas tradicionales, parece guiarse por una lógica propia, centrada en el poderío económico como herramienta de presión para lograr objetivos diplomáticos y militares.

Un ejemplo claro es la estrategia de aranceles. Inicialmente presentados como una medida de política económica, su uso se ha extendido a una herramienta de presión geopolítica. El caso de la India, penalizada con aranceles para limitar su compra de petróleo ruso, ilustra cómo la política comercial se utiliza para alcanzar fines estratégicos. Este patrón se repite en diversos escenarios: el ataque a las instalaciones nucleares iraníes, la mediación en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, los intentos de influir en la política de Israel en Gaza, y la próxima reunión con Vladimir Putin para abordar el conflicto entre Rusia y Ucrania.

Las negociaciones con China son otro ejemplo paradigmático del estilo Trump. Amenazas, retórica intransigente, coqueteos y concesiones inesperadas, como la imposición de una comisión a los exportadores de chips a China, convierten al gobierno estadounidense en un socio forzoso de las empresas tecnológicas, les guste o no. Esta estrategia, que desafía las convenciones del comercio internacional, refleja una visión transaccional de las relaciones internacionales, donde el poder económico se utiliza sin miramientos para obtener ventajas.

Aún más extremo es el manejo de las relaciones con Rusia y Ucrania. La admiración de Trump por Putin contrasta con el trato dispensado a Zelensky, quien pasó de ser humillado públicamente en la Casa Blanca a ser un mero espectador de las negociaciones entre Washington y Moscú. La exclusión de Ucrania de las conversaciones, a pesar de la insistencia de los aliados europeos, evidencia la tendencia de Trump a priorizar sus propios intereses y a ignorar las normas diplomáticas establecidas.

Este patrón de comportamiento se extiende también al hemisferio occidental. El maltrato a Canadá, México y Brasil, sumado a la amenaza implícita de intervenciones militares, evoca la Doctrina Monroe y genera una profunda incertidumbre en la región. Si bien el desorden y el caos parecen imperar, es crucial reconocer que existe una estrategia detrás de estas acciones, aunque no se ajuste a las convenciones tradicionales.

Trump, lejos de actuar de forma errática, busca rediseñar el mundo de acuerdo a sus ambiciones. Su política exterior no se basa en la cooperación o el multilateralismo, sino en la imposición de la fuerza económica y la manipulación de las relaciones internacionales para beneficio propio. En última instancia, el objetivo no es el bienestar global ni la seguridad internacional, sino la satisfacción de su propia megalomanía. El mundo, convertido en un tablero de juego, es testigo de las consecuencias de esta visión egocéntrica del poder.

Fuente: El Heraldo de México