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12 de agosto de 2025 a las 09:45

El Maíz: Historia y Desequilibrio

La dualidad del maíz en México se presenta como un espejo que refleja tanto la riqueza de nuestra herencia como la fragilidad de nuestra planificación agrícola. Por un lado, el maíz blanco, pilar de nuestra gastronomía, florece como un testimonio de la adaptabilidad y la resiliencia de nuestras tierras y culturas. Su cultivo, arraigado en la tradición y el saber ancestral, nos permite alcanzar la autosuficiencia y celebrar la diversidad de nuestras 59 razas nativas. Cada tortilla, cada tamal, cada plato que honra al maíz blanco es un homenaje a la biodiversidad rural que debemos proteger a toda costa.

Sin embargo, la historia del maíz amarillo nos muestra una cara opuesta, una asignatura pendiente en nuestro camino hacia la seguridad alimentaria. La dependencia de la importación, que alcanza la asombrosa cifra de 16 millones de toneladas anuales, nos coloca en una posición vulnerable ante las fluctuaciones del mercado internacional y las presiones geopolíticas. Si bien la prohibición del maíz transgénico busca salvaguardar nuestras razas nativas – un objetivo loable y necesario –, es imperativo impulsar la investigación y el desarrollo de técnicas que permitan incrementar la producción nacional de maíz amarillo sin poner en riesgo nuestro patrimonio genético. La inversión en infraestructura, la capacitación de agricultores y el fomento de prácticas agrícolas sostenibles son cruciales para cerrar esta brecha y garantizar el abasto interno de este insumo fundamental para la industria alimentaria y la producción de forraje.

En este contexto, la fallida promesa de la “revolución productiva para el Bajío” a través de Millfoods resuena con una amargura particular. La empresa, que prometía inversión, empleos y desarrollo regional, ha dejado a su paso un reguero de deudas millonarias y trabajadores con las manos vacías. Este caso, más allá de ser una anécdota aislada, se convierte en un símbolo de los riesgos que conlleva la falta de planificación y transparencia en los proyectos agrícolas. La sombra de la incertidumbre se extiende incluso a Grupo Modelo, cuya alianza con Millfoods ahora la coloca en el centro de una disputa laboral que podría afectar su reputación. ¿Es acaso justificable poner en juego la imagen de una empresa consolidada por una inversión que no ha dado frutos y, por el contrario, ha generado un profundo malestar social?

El contraste entre la solidez del maíz blanco y la precariedad del maíz amarillo, agravada por casos como el de Millfoods, nos exige una reflexión profunda sobre el rumbo de nuestra política agrícola. Necesitamos una estrategia integral que no solo proteja nuestras raíces, sino que también nos permita adaptarnos a las nuevas realidades del mercado global y a los desafíos del cambio climático. La soberanía alimentaria no se construye únicamente con la defensa de lo que ya tenemos, sino también con la capacidad de producir lo que necesitamos. El futuro de nuestro maíz, y con él el futuro de nuestra alimentación, depende de la capacidad de encontrar un equilibrio entre tradición e innovación, entre protección y desarrollo. Es tiempo de sembrar las semillas de un futuro más próspero y seguro para todos los mexicanos.

Fuente: El Heraldo de México