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12 de agosto de 2025 a las 02:05

Playas en peligro: ¿Un futuro sin ellas?

La arena, ese elemento que asociamos con la relajación, el sol y las vacaciones, se está desvaneciendo bajo nuestros pies. Mientras disfrutamos del mar y construimos castillos efímeros, un silencioso robo se está produciendo en nuestras costas, un fenómeno que amenaza no solo la belleza de nuestros paisajes, sino también la seguridad y la economía de comunidades enteras. Más allá de las medusas y las corrientes, un peligro invisible acecha: la desaparición de la arena.

No se trata de una simple molestia estética. La arena es una barrera natural fundamental contra las inclemencias del tiempo, un escudo protector frente a la furia del océano. Cada grano cuenta en esta defensa natural, y su progresiva desaparición nos deja expuestos a inundaciones y temporales cada vez más devastadores. Imaginen las consecuencias: hogares arrasados, negocios destruidos, vidas en peligro. La erosión, silenciosa pero implacable, nos roba entre 3 y 4,5 metros de playa al año en algunas zonas, un ritmo alarmante que nos obliga a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo para detener esta hemorragia?

La creciente demanda de arena en la industria de la construcción es uno de los principales culpables. El cemento, el vidrio, los materiales de construcción… todos requieren arena, y la obtenemos, a menudo de forma indiscriminada, de nuestras costas. Este apetito voraz por la arena la convierte en un recurso cada vez más escaso y preciado, un "oro blanco" que alimenta un mercado global a costa de la salud de nuestros ecosistemas. El resultado es un círculo vicioso: la extracción de arena debilita las defensas costeras, haciéndolas más vulnerables a la erosión, lo que a su vez exige más arena para reconstruir lo perdido.

El turismo, otro pilar fundamental de la economía en muchas regiones costeras, también se ve gravemente afectado. ¿Quién querrá visitar una playa desprovista de su principal atractivo? La desaparición de la arena se traduce en la pérdida de ingresos, el cierre de negocios y la precarización de la vida de quienes dependen de este sector. El caso de Gold Coast, en Australia, es un ejemplo paradigmático: el ciclón Alfred arrasó con la arena, dejando al descubierto las frágiles defensas costeras. La reconstrucción, estimada en 40 millones de dólares australianos y tres años de trabajo, nos da una idea de la magnitud del problema.

La urbanización descontrolada en zonas costeras agrava aún más la situación. Las construcciones a escasos kilómetros del mar alteran los flujos naturales de arena, impidiendo su reposición natural y acelerando el proceso de erosión. A medida que nos acercamos al mar, le robamos el espacio que necesita para respirar, para renovarse, para protegernos.

Aunque existen soluciones, como la regeneración artificial de playas, estas no están exentas de controversias. La búsqueda de la arena adecuada, el impacto en los hábitats marinos y los elevados costes económicos son algunos de los obstáculos a superar. Además, una sola tormenta puede echar por tierra las inversiones realizadas, dejándonos de nuevo en el punto de partida.

La desaparición de la arena es un problema complejo que requiere una respuesta integral. Necesitamos un enfoque multidisciplinar que involucre a gobiernos, científicos, empresas y ciudadanos. Debemos replantearnos nuestra relación con el medio ambiente y apostar por un desarrollo sostenible que respete los delicados equilibrios de nuestros ecosistemas costeros. El tiempo se agota, y la arena, como las oportunidades, se nos escapa de las manos.

Fuente: El Heraldo de México