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11 de agosto de 2025 a las 09:30

Pekín 92: ¿Legado vigente?

A casi tres décadas de la histórica Declaración de Beijing, el panorama de la igualdad de género se presenta como un mosaico complejo, con avances significativos que contrastan con la persistencia de profundas desigualdades. Si bien la aprobación de leyes para combatir la violencia contra mujeres y niñas en el 88% de los países representa una victoria innegable, la discriminación, arraigada en las estructuras mismas de nuestras sociedades, sigue limitando el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres.

La cifra de 1,531 reformas legislativas a favor de la igualdad de género entre 1995 y 2024 impresiona, pero la realidad es que las mujeres aún disfrutan solo del 64% de los derechos que tienen los hombres. Este dato, contundente y revelador, nos obliga a reflexionar sobre la eficacia real de estas reformas y la necesidad de ir más allá de la letra de la ley, promoviendo un cambio cultural profundo que transforme las mentalidades y las prácticas discriminatorias. Es necesario preguntarnos: ¿qué barreras impiden que estas leyes se traduzcan en una igualdad tangible en la vida cotidiana de las mujeres? ¿Cómo podemos asegurar que estas reformas no se queden en papel mojado, sino que se conviertan en herramientas efectivas para la transformación social?

La duplicación de la presencia femenina en los Parlamentos es un logro que celebramos, sin embargo, la abrumadora mayoría masculina (75%) en estos espacios de poder nos recuerda el largo camino que aún queda por recorrer. Si bien México se destaca en el ámbito del empoderamiento político femenino, ocupando el 14º lugar a nivel mundial y liderando en número de mujeres en el Congreso, no podemos caer en la autocomplacencia. La representatividad política es esencial, pero no suficiente. Necesitamos mujeres en posiciones de liderazgo que impulsen agendas transformadoras y que sus voces sean escuchadas y tenidas en cuenta en la toma de decisiones.

La pobreza, ese monstruo silencioso, sigue afectando de manera desproporcionada a las mujeres. El dato de que el 10% de las mujeres en el mundo viven en la pobreza extrema, un porcentaje que se eleva al 25% en aquellas con probabilidades de tener hijos, es una llamada de atención urgente. Esta realidad nos obliga a cuestionar el modelo económico actual y a buscar soluciones que aborden las raíces de la desigualdad, garantizando el acceso de las mujeres a la educación, al empleo digno y a los recursos necesarios para una vida plena.

La brecha de género en el empleo persiste como una herida abierta. El 63% de las mujeres en edad laboral (25 a 54 años) forman parte de la fuerza de trabajo, frente al 92% de los hombres. Esta diferencia abismal, reflejada también en las estadísticas nacionales, pone de manifiesto la necesidad de implementar políticas públicas que promuevan la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo, la eliminación de la brecha salarial y la corresponsabilidad en las tareas de cuidado. La sobrecarga de trabajo no remunerado que recae sobre las mujeres, 2.5 veces mayor que la de los hombres, es un lastre que impide su pleno desarrollo profesional y personal.

La Declaración de Beijing, lejos de ser un documento del pasado, se erige como una hoja de ruta hacia un futuro más justo e igualitario. Su relanzamiento por parte de la ONU es una oportunidad para renovar nuestro compromiso con la igualdad de género, situándola en el centro del desarrollo económico y social. La erradicación de la violencia sistemática, la reducción de la brecha digital de género y el empoderamiento de las mujeres son desafíos globales que requieren la acción conjunta de gobiernos, sociedad civil y sector privado.

El cambio no se dará por inercia. Requiere un esfuerzo consciente y sostenido de todos los actores involucrados. Desde la sociedad civil, tenemos la responsabilidad de impulsar la transformación, de exigir la implementación de políticas públicas efectivas y de promover una cultura de igualdad que permee todos los ámbitos de la vida. El futuro que soñamos, un futuro donde las mujeres y las niñas puedan alcanzar su pleno potencial, depende de nuestro compromiso y nuestra acción decidida.

Fuente: El Heraldo de México