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11 de agosto de 2025 a las 09:35
El secreto mejor guardado de belleza
La tiranía del espejo: una mirada al verano y la presión estética.
El verano, época de sol, playa y desconexión, se convierte para muchas en una fuente inagotable de ansiedad. La promesa de descanso se ve eclipsada por la presión de encajar en un molde, de lucir el “cuerpo de bikini” perfecto, un ideal perpetuado por la industria de la moda y amplificado por las redes sociales. Este mandato estético, que nos bombardea desde revistas, anuncios y perfiles de influencers, nos confronta con una imagen irreal y, a menudo, inalcanzable. Nos obliga a compararnos, a medirnos con una vara impuesta que ignora nuestra individualidad y diversidad. La prenda más ligera, el bikini, se transforma en una pesada carga, un recordatorio constante de la supuesta distancia que nos separa de la “perfección”.
Este ideal de belleza, construido socialmente y perpetuado por el consumismo, no es estático. Evoluciona con las tendencias, pero mantiene una constante: la juventud, la delgadez y, en muchos contextos, la blancura como sinónimos de belleza. Si bien el activismo feminista ha logrado avances significativos en la deconstrucción de estos estereotipos, la lucha continúa. La presión estética sigue afectando la salud física y mental de las mujeres, particularmente de las adolescentes, quienes se encuentran en una etapa crucial de desarrollo y construcción de la identidad.
Las cifras son alarmantes. Según datos de la Secretaría de Salud, el 25% de las y los adolescentes mexicanos padecen algún Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). La brecha de género es significativa: por cada hombre afectado, hay 10 mujeres que luchan contra estos trastornos. Estas cifras no son meros números, representan vidas, historias de jóvenes que se ven atrapadas en un círculo vicioso de dietas extremas, ejercicio compulsivo y una distorsión de la imagen corporal.
Historias como la de Fernanda Islas nos muestran la cara humana de esta problemática. Fernanda, valiente y decidida, ha convertido su experiencia en una plataforma para visibilizar la belleza real, la que se esconde detrás de los cánones impuestos. Desde la adolescencia, sintió el peso de la discriminación por el color de su piel, una experiencia que la llevó a buscar la aceptación a través de cirugías estéticas. Una rinoplastía y un aumento de busto, que casi le cuesta la vida, marcaron un punto de inflexión en su vida. Hoy, Fernanda utiliza sus redes sociales para inspirar a otras jóvenes a abandonar la búsqueda de un ideal imposible y a emprender un camino de autoaceptación y amor propio.
El problema radica en que la apariencia física se ha convertido en una carta de presentación, un requisito para la integración social. Increíblemente, la posibilidad de disfrutar de un día de playa se condiciona a la "aprobación" de nuestro cuerpo. Esta mentalidad es la semilla de prácticas agresivas y peligrosas para la salud.
El camino hacia el amor propio, hacia la reconciliación con nuestro reflejo, es un proceso largo y, a veces, doloroso. Pero el destino final, la libertad de habitar nuestro cuerpo sin complejos ni presiones, hace que valga la pena cada paso. Cada vez que nos enfrentamos al espejo, tenemos la oportunidad de iniciar una revolución silenciosa. Ponerse un bikini debería ser sinónimo de alegría y libertad, no de angustia y comparación. Tenemos el derecho de cambiar la pregunta. Dejar de preguntarnos quién es la más bonita para preguntarnos quién es la más sana, la más plena. El espejo, en lugar de reflejar un ideal inalcanzable, debería mostrarnos la belleza única e irrepetible que reside en cada una de nosotras. Es tiempo de que el espejo refleje nuestra verdadera esencia, nuestra fuerza y nuestra individualidad.
Fuente: El Heraldo de México