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11 de agosto de 2025 a las 19:25

El lado oscuro de la hiperconectividad: ¿Vale la pena contestar?

La hiperconexión laboral, una realidad que nos persigue incluso bajo la ducha. ¿Recuerdan la época pre-pandemia, cuando salir de la oficina significaba desconectar del trabajo? Esa realidad parece un recuerdo lejano para muchos. La línea que separa la vida laboral de la personal se ha difuminado, transformándose en una sombra borrosa que nos acompaña incluso en nuestros momentos más íntimos. Gabriela*, por ejemplo, sentía la necesidad de llevar su celular hasta al baño, presa de la ansiedad que le generaba no responder un mensaje al instante. La constante presión por estar "siempre disponible" la llevó a desarrollar un tic nervioso en el ojo y a ver cómo la graduación de sus lentes aumentaba a un ritmo alarmante.

Su historia, lamentablemente, no es una excepción. Daniela*, arquitecta, vivió la maternidad bajo la sombra de las llamadas incesantes de sus jefes, quienes le exigían reportes e informes sin importar que estuviera atendiendo a su recién nacido. La posibilidad de disfrutar plenamente de ese momento único, de conectar con su bebé sin interrupciones, se vio opacada por la insistencia de una empresa que no respetaba sus derechos.

El caso de Laura* es igualmente indignante. A punto de iniciar sus vacaciones, su jefe intentó cancelarlas, argumentando una supuesta falta de previsión por su parte. Finalmente, fueron sus compañeros quienes, solidariamente, se organizaron para cubrir sus tareas y permitirle disfrutar de su merecido descanso. Estos ejemplos pintan un panorama preocupante: la cultura laboral en muchos sectores prioriza la productividad por encima del bienestar de los empleados, ignorando sus necesidades y derechos fundamentales.

Las cifras son alarmantes. En 2025, el 75% de los mexicanos padecía fatiga y estrés laboral, superando incluso a gigantes como China y Estados Unidos. El "tecnoestrés", esa sensación de agobio constante por la avalancha de llamadas, correos y mensajes fuera del horario laboral, se ha convertido en una epidemia silenciosa que mina la salud física y mental de miles de trabajadores. Nancy*, por ejemplo, trabaja en una agencia de marketing con un horario teóricamente de 1:00 pm a 9:00 pm. Sin embargo, la realidad es que rara vez termina antes de las 11:00 pm, obligada a responder solicitudes de último minuto. Los fines de semana se convierten en una extensión de la jornada laboral, sin remuneración extra, solo la promesa vacía de "recuperar horas" que nunca llega.

El estrés laboral, como bien lo señala el IMSS, no se limita al agotamiento. Sus consecuencias son devastadoras: disminución de la calidad de vida, baja productividad, trastornos de ansiedad y depresión, problemas familiares e incluso adicciones. La OMS estima que, a nivel mundial, se pierden 12,000 millones de días de trabajo al año debido a problemas mentales, con un costo de mil millones de dólares en pérdida de productividad. Es un precio demasiado alto que estamos pagando por una cultura laboral disfuncional.

A pesar de los esfuerzos por regular el derecho a la desconexión digital, la realidad es que la implementación de estas normativas ha sido lenta y tortuosa. El proyecto de ley, que buscaba incorporar el Artículo 68 Bis a la Ley Federal del Trabajo, quedó congelado en San Lázaro, dejando a miles de trabajadores a merced de la hiperconexión. Michelle*, durante la pandemia, dormía con audífonos sujetos con cinta adhesiva, aterrorizada por la posibilidad de perder una llamada de "emergencia" de su trabajo. La ansiedad la consumió, dejándole como secuela un tic nervioso en el ojo.

La falta de descanso, como demuestran numerosos estudios, tiene un impacto devastador en la salud. Fatiga, ansiedad, depresión, problemas cardiovasculares y musculoesqueléticos son solo algunas de las consecuencias de la conexión permanente. México, en 2023, fue considerado el país con mayor exceso de trabajo a nivel global, un dato que debería encender todas las alarmas. Es urgente que las autoridades tomen medidas concretas para garantizar el derecho a la desconexión digital y proteger la salud mental y física de los trabajadores. No podemos seguir permitiendo que la tecnología se convierta en un instrumento de tortura, robándonos nuestro tiempo, nuestra salud y nuestra vida. Es hora de recuperar el equilibrio y recordar que el trabajo, al final del día, solo es una parte de nuestra vida, no la totalidad de ella.

Fuente: El Heraldo de México