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11 de agosto de 2025 a las 09:30

Desintoxica tu cuerpo

La abstinencia, ese fantasma silencioso que nos acecha cuando decidimos romper con las cadenas de un hábito, una relación o incluso una forma de pensar. Mucho se habla de la abstinencia física, de los temblores, el sudor frío y la ansiedad que asaltan al cuerpo cuando se priva de una sustancia a la que se ha vuelto dependiente. Pero, ¿qué hay de la abstinencia emocional, esa que nos aprieta el pecho y nos nubla la mente cuando nos alejamos de aquello que, aunque nos dañaba, nos resultaba familiar?

Pensemos por un momento en esa taza de café matutina, ese ritual casi sagrado que nos despierta y nos prepara para enfrentar el día. ¿Qué sucede cuando decidimos eliminarla de nuestra rutina? Aparece la fatiga, el dolor de cabeza, la irritabilidad. Síntomas que, aunque no son dramáticos, nos recuerdan la fuerza del hábito y lo difícil que es romper con él.

Y qué decir de las relaciones tóxicas, esos vínculos que nos asfixian pero que, al mismo tiempo, nos ofrecen una falsa sensación de seguridad. Abandonarlas es como arrancarse un pedazo del alma. El vacío que dejan es inmenso, la soledad abrumadora. El cerebro, acostumbrado a la dosis de drama y dependencia, nos bombardea con recuerdos, con la idealización del pasado, con la promesa de que "todo volverá a ser como antes".

Pero la abstinencia no se limita a las sustancias o las relaciones. También la experimentamos cuando decidimos cambiar de trabajo, mudarnos de ciudad o incluso modificar nuestra forma de pensar. Dejar atrás la zona de confort, aunque sea por algo mejor, genera incertidumbre, miedo a lo desconocido. Nos aferramos a lo familiar, a lo predecible, aunque eso signifique estancarnos.

¿Por qué nos cuesta tanto romper con estos patrones? Porque nuestro cerebro es un maestro de la eficiencia. Busca siempre el camino más fácil, el que requiere menos energía. Y los hábitos, por definición, son automáticos, inconscientes. Nos ahorran el esfuerzo de tomar decisiones, de pensar en cada paso que damos.

Entonces, ¿cómo enfrentamos a este enemigo invisible? La clave está en la preparación mental y emocional. En reconocer que la abstinencia es un proceso natural, un paso inevitable en el camino hacia el cambio. En visualizar los beneficios a largo plazo, la libertad que nos espera al otro lado del malestar.

Imaginemos a un atleta entrenando para una maratón. El dolor muscular, el agotamiento, son parte del proceso. Pero el atleta sabe que cada gota de sudor lo acerca a la meta, a la satisfacción de cruzar la línea de llegada. Lo mismo ocurre con la abstinencia. Es una prueba de fuego, un desafío que debemos superar para alcanzar nuestro objetivo.

No se trata de negar el sufrimiento, sino de aceptarlo como parte del proceso. De comprender que la incomodidad es temporal, que la recompensa por la perseverancia será mucho mayor. Y sobre todo, de recordar que no estamos solos en esta batalla. Buscar apoyo en amigos, familiares o profesionales puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. La transformación personal es un camino arduo, pero el destino final bien vale la pena el esfuerzo.

Fuente: El Heraldo de México