
11 de agosto de 2025 a las 22:10
Caricias seguras: Guía infantil para acariciar perritos
La convivencia entre perros y humanos es una historia milenaria de adaptación y cariño mutuo. Hemos evolucionado juntos, tejiendo un lazo único que se refleja en la capacidad de los perros para interpretar nuestras emociones, en sus "sonrisas" que nos derriten el corazón y en la forma en que se han integrado a nuestras familias. Sin embargo, a pesar de esta profunda conexión, a menudo subestimamos la importancia de entender su lenguaje, lo cual puede dar lugar a malentendidos e incluso incidentes.
La Dra. Nancy Darling, criadora de cachorros para Guiding Eyes for the Blind y poseedora de un talentoso perro de terapia, nos ilumina sobre la mejor manera de interactuar con estos maravillosos animales, especialmente para los más pequeños de la casa. Su experiencia nos recuerda una verdad fundamental: todos los perros, sin importar cuán dóciles parezcan, pueden morder. No se trata de demonizarlos, sino de entender que morder es una reacción natural ante situaciones de estrés o miedo.
Antes de llegar a este extremo, los perros suelen emitir señales de advertencia que, lamentablemente, muchas veces pasamos por alto. Un perro incómodo puede mostrar inquietud, lamerse los labios repetidamente, bostezar de forma exagerada, apartar la mirada, tensar los músculos, gruñir suavemente o incluso mostrar los dientes. Estos son sus "gritos silenciosos" pidiendo espacio y respeto. Ignorar estas señales es como jugar con fuego, poniendo en riesgo tanto al niño como al animal.
La Dra. Darling destaca que los perros no muerden sin motivo. Detrás de una mordida, hay un cúmulo de señales ignoradas, un lenguaje no comprendido. Los niños, por su entusiasmo y falta de experiencia, son especialmente vulnerables a los accidentes. Suelen acercarse de forma abrupta, invadir el espacio del perro, tocarlos en zonas sensibles como la cola o las orejas, o incluso abrazarlos con fuerza, lo que el animal puede interpretar como una amenaza.
Los niños pequeños, los adultos mayores y las personas con discapacidades son quienes corren mayor riesgo, ya que pueden tener dificultades para interpretar las señales de advertencia o para reaccionar con la suficiente rapidez. Por ello, la supervisión de un adulto responsable es crucial en cualquier interacción entre un niño y un perro.
La clave, según la Dra. Darling, está en la educación. Enseñar a los niños a respetar el espacio del perro, a acercarse con calma y a interpretar su lenguaje corporal es fundamental para una convivencia armoniosa. En lugar de abalanzarse sobre el animal, se debe extender la mano lentamente, palma hacia abajo, y dejar que el perro se acerque y olfatee. Si el perro se muestra receptivo, se puede acariciar suavemente en el pecho o en el costado, evitando la cabeza y la cola.
Más allá de prevenir accidentes, aprender a comunicarnos con los perros nos permite fortalecer el vínculo con ellos, comprender sus necesidades y disfrutar plenamente de su compañía. Es una inversión en una relación más profunda y significativa, un paso esencial para construir una sociedad que valore y respete a todos los seres vivos. La educación, la empatía y el respeto son las piedras angulares de una convivencia segura y feliz entre perros y humanos.
Fuente: El Heraldo de México