
11 de agosto de 2025 a las 09:30
¡Barbiemanía vs Chicharomanía!
La resonancia del fenómeno Barbie, dos años después de su estreno, sigue siendo palpable. No solo por el rosa que inundó nuestras calles y cines, sino por la profundidad de su mensaje, un ingenioso cuestionamiento a las estructuras patriarcales que aún persisten. La película, con su mundo invertido, nos puso frente a un espejo, reflejando cómo el machismo, una distorsión de la energía masculina, se convierte en un instrumento de control que limita el potencial de la sociedad en su conjunto. Nos invitó a una introspección sobre nuestro propósito individual, sobre la búsqueda de nuestro propio significado en un mundo complejo.
Y es precisamente esta reflexión la que me lleva a conectar la película con las recientes declaraciones de Chicharito sobre los roles de género. Mientras Barbie aboga por la igualdad y el progreso, el futbolista parece aferrado a una visión obsoleta, precisamente la que la película critica. Sus palabras, ya sea por falta de claridad, reflexión o información, me recuerdan a la "banalidad del mal" de Hannah Arendt: esa peligrosa inercia de no pensar, no cuestionar, simplemente repetir patrones sin comprender sus implicaciones.
Su insistencia en este discurso regresivo, incluso tras la polémica inicial, como se evidenció en su entrevista con María Gómez, demuestra una preocupante falta de autocrítica. Argumentar que su intención era "tocar un tema profundo" sin comprender la complejidad del mismo resulta, cuanto menos, ingenuo. La energía femenina, aunque carezca de una definición única y universalmente aceptada, se asocia con cualidades como la empatía, el cuidado, el liderazgo colaborativo y una creatividad orientada a la innovación. Es una fuerza que busca el diálogo y la construcción, no la confrontación y la polarización.
Esta energía no se limita a un ámbito específico, la encontramos en políticas, empresarias, maestras, futbolistas, ingenieras… en todas las esferas de la vida. La clave radica en que cada mujer pueda elegir libremente su camino, sin verse constreñida por estereotipos arcaicos. No se trata de un fracaso, Chicharito, sino de la libertad de ser, la misma libertad que tú ejerces al dedicarte al fútbol. Buscamos relaciones complementarias, basadas en la independencia, la autoestima y la agencia femenina, no relaciones de supeditación.
Barbie, en su evolución, desmonta la idea de una feminidad rígida e inalcanzable. Nos muestra que la feminidad es plural, imperfecta, en constante transformación. Nos recuerda que la liberación de género es un camino colectivo que nos involucra a todos. Y, sobre todo, nos enseña que la autenticidad reside en la capacidad de elegir quiénes queremos ser, sin pedir permiso, sin someternos a estereotipos que limitan nuestro potencial.
La escena del encuentro con Ruth Handler, la creadora de Barbie, es un símbolo poderoso. Para mí, representa esa conexión con la fuente de nuestra creación, con esa fuerza que nos impulsa a trascender nuestras propias expectativas y a elegir libremente nuestro destino. Esta visión contrasta radicalmente con posturas retrógradas como la que representas, Chicharito, posturas que insisten en confinar la energía femenina al ámbito doméstico, negando su poder transformador en la esfera pública y personal.
Si bien reconozco que las mujeres, históricamente relegadas al rol de cuidadoras, hemos desarrollado habilidades asociadas a la energía femenina, como la multifuncionalidad y el cuidado, esto no justifica un retroceso a épocas donde nuestra inteligencia y libertad eran sistemáticamente anuladas.
Incluso Barbie, un icono que en sus inicios representaba la superficialidad, tuvo la humildad de transformarse, de reconocer la necesidad de evolucionar para encontrar su propia felicidad e inspirar a otros. Quizás, Chicharito, deberías aprender de esta lección: dejar atrás los estereotipos que te condicionan y convertirte en un hombre consciente y responsable. Hombres y mujeres compartimos el derecho a soñar, a lograr, a ser. Ese es el verdadero mensaje de la película: un mundo de igualdad y libertad donde cada individuo pueda elegir su propio camino, un mundo donde la búsqueda del propósito trascienda las limitaciones impuestas por una sociedad cada vez más materialista.
Fuente: El Heraldo de México