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11 de agosto de 2025 a las 09:40

Alaska: ¿Nueva Guerra Fría?

La histórica cumbre de Ginebra de 1985, protagonizada por Reagan y Gorbachov, se alza hoy como un faro de esperanza que iluminó el fin de la Guerra Fría. Un hito que, con la perspectiva del tiempo, revela no solo el poder del diálogo sino también la fragilidad de los acuerdos internacionales. La reducción de armas nucleares, plasmada en el Tratado INF de 1987, fue un triunfo efímero, un suspiro de alivio en un mundo tenso. La posterior caída del Muro de Berlín, símbolo de la opresión, abrió las puertas a una nueva era, una promesa de libertad y democracia para Europa Oriental. Sin embargo, la promesa de no expansión de la OTAN, susurrada al oído de Gorbachov, se desvaneció como el humo, alimentando la desconfianza y resucitando los fantasmas del pasado.

Uno a uno, los antiguos satélites soviéticos, temerosos de la sombra rusa, buscaron refugio bajo el paraguas de la OTAN y la Unión Europea. Un derecho soberano, sin duda, pero también una provocación, un cerco estratégico que fue apretando el lazo alrededor de Rusia. Putin, heredero de la KGB y testigo de la humillación de su país, observó con creciente frustración cómo el mapa geopolítico se redibujaba a expensas de Rusia. La "paz fría" que se instaló en Europa Oriental era un volcán dormido, esperando el momento de entrar en erupción. Georgia, en 2008, fue la primera víctima de la frustración rusa, un aviso de lo que vendría.

Ucrania, hermana menor, parte integral de la historia y la identidad rusa, se convirtió en la línea roja, el punto de no retorno. La anexión de Crimea en 2014 fue el preludio de la tragedia que se desató en 2022. La invasión a gran escala, la brutalidad del conflicto, nos devolvió a una realidad que creíamos superada, un mundo donde la fuerza bruta se impone al diálogo y la diplomacia.

Cuarenta años después de Ginebra, el mundo contempla con inquietud el nuevo escenario. La cumbre en Alaska entre Putin y Trump, lejos de evocar la esperanza de 1985, genera incertidumbre y desconfianza. La ausencia de los actores clave, la humillación de Europa, el posible intercambio de territorios ucranianos como moneda de cambio, dibujan un panorama sombrío. ¿Una victoria para Putin? ¿Un nuevo orden mundial basado en la política de poder y la indiferencia hacia la soberanía de las naciones?

El silencio de Putin ante las maniobras de Israel y Estados Unidos en Medio Oriente, su aparente desinterés por la ambición de Trump sobre Groenlandia, nos hablan de una estrategia a largo plazo. China, el gigante asiático, se perfila como el verdadero objetivo, la amenaza que une a Rusia y Estados Unidos en una alianza tácita. En este juego de tronos global, los países pequeños, como México, se convierten en peones, expuestos a las consecuencias de las decisiones de las grandes potencias. Un escenario de alto riesgo, donde la diplomacia se ve eclipsada por la realpolitik, y donde el futuro se presenta incierto y amenazante. La historia, como un péndulo implacable, nos recuerda que las lecciones del pasado, si no son aprendidas, están condenadas a repetirse.

Fuente: El Heraldo de México