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10 de agosto de 2025 a las 21:40

Reconozcamos la justicia para los pueblos originarios

En el corazón de México late una fuerza ancestral, una sabiduría que se teje con el tiempo y la tierra: la de nuestros pueblos originarios. No son simplemente una parte de nuestra historia, sino la raíz misma de nuestra identidad. La Arquidiócesis Primada de México, a través de su semanario "Desde la Fe", nos llama a reconocer no solo su existencia, sino su invaluable aporte a la construcción de un futuro común. Escuchar sus voces no es un acto de condescendencia, sino un imperativo ético, un acto de justicia que nos interpela a todos.

Durante siglos, estas comunidades han sido marginadas, despojadas y silenciadas. Sus territorios, su medio ambiente, su forma de vida, constantemente amenazados por la ambición y la incomprensión. A pesar de ello, han resistido con la dignidad que otorga la conexión profunda con la tierra y la memoria de sus ancestros. Han custodiado, como tesoros preciados, lenguas que cantan la historia de la creación, ritos que honran el ciclo de la vida, símbolos que encierran la sabiduría milenaria y saberes que sanan el cuerpo y el espíritu. Imaginemos por un instante la riqueza cultural que se perdería si estas voces se apagaran.

No se trata, como bien señala la Arquidiócesis, de una simple admiración folclórica o un interés superficial por sus artesanías. Se trata de comprender que la historia humana es un tapiz multicolor, donde cada hilo, cada cultura, aporta su belleza y singularidad. Reconocer el valor de los pueblos originarios es aceptar que sin su aporte comunitario, el mundo se empobrece, pierde una parte esencial de su alma.

En un mundo agobiado por la crisis ambiental y la fractura social, los pueblos originarios se alzan no como vestigios del pasado, sino como faros que iluminan el camino hacia un futuro más sostenible y armónico. Su profunda conexión con la naturaleza, su respeto por la Madre Tierra, no es una simple creencia, sino una forma de vida que nos enseña a cuidar los recursos que nos sustentan, a vivir en equilibrio con el entorno. Su sentido de comunidad, la centralidad de la familia, la gratitud por los dones recibidos, son valores que hemos ido perdiendo en la vorágine del mundo moderno, valores que necesitamos recuperar para sanar las heridas profundas que nos aquejan.

La Arquidiócesis, en su compromiso con la Pastoral de los Pueblos Indígenas, se suma a la tarea de fortalecer y proteger a estas comunidades, no como un acto de caridad, sino como un reconocimiento de su valor intrínseco. Cuidar de los pueblos indígenas es cuidar de la memoria, de la vida, del alma misma de nuestra humanidad. Es apostar por un futuro donde la diversidad cultural sea un pilar fundamental, donde las voces ancestrales se escuchen con respeto y donde la sabiduría milenaria nos guíe hacia un mundo más justo y sostenible. Es, en definitiva, un acto de responsabilidad con las generaciones futuras.

Fuente: El Heraldo de México