
10 de agosto de 2025 a las 09:05
Deja de ser naco, ¡sé chic!
La palabra "naco" ha experimentado una fascinante metamorfosis. Originalmente, un término crudo y clasista para denigrar a los pobres, hoy se aplica con mayor frecuencia a la pretensión, a la ostentación vacía de quien anhela aparentar lo que no es. Si bien esta evolución parece, en principio, una mejora, esconde una trampa: sigue apuntando a la idea del "nuevo rico", ese individuo que, a base de esfuerzo y mérito propio, escapa de una situación precaria, alcanza el éxito económico, pero no puede (o no quiere) ocultar sus orígenes. En el fondo, "naco" esconde un resentimiento anti aspiracionista, una crítica velada a la movilidad social que, como sociedad que se precia de ser moderna y justa, deberíamos rechazar.
Parecía que habíamos llegado a un consenso: la palabra era inapropiada, mejor evitarla. Pero entonces, irrumpió la 4T y el panorama cambió. ¿Cómo resistirse a utilizar un adjetivo tan preciso, tan certero, para describir a ese diputado que, sin más experiencia que la burocracia, exhibe en redes sociales un estilo de vida inexplicable con su salario, luciendo ropa de diseñador, champañas exclusivas y mocasines de lujo? ¿O para referirse al personaje acusado de corrupción y violencia sexual, que reparte besos "pipo" en cadena nacional mientras practica golf? ¿O al líder sindical millonario que se permite comentarios machistas? "Naco", en este contexto, ha adquirido una nueva dimensión, se ha convertido en la etiqueta perfecta para la inaceptable, y muy mexicana, costumbre de utilizar la política como instrumento de enriquecimiento personal.
Que la 4T no inventó la corrupción en el gobierno, es cierto. Sin embargo, el descaro actual, la impunidad rampante y la sensación de perpetuidad en el poder marcan un punto de inflexión en nuestra historia. Es la arrogancia del que se cree intocable, destinado a gobernar eternamente.
No caigamos en el juego de la culpa social. En su desafortunada carta, el "bodoque mediano", haciéndose eco de la retórica de "La Jornada", acusa a sus críticos de clasismo. La realidad es que los hijos de López Obrador, quienes fueron mis vecinos en Copilco, provienen de una clase media con un nivel de vida más que digno, al igual que su padre, hijo de un funcionario que luego se dedicó al comercio. El diputado "Ferragamo", por su parte, es un abogado con una larga trayectoria en puestos públicos bien remunerados. No se trata, pues, de las masas hambrientas asaltando la mesa de los ricos, sino de un ejemplo más de cómo, en las revoluciones, son las clases medias menos productivas las que terminan llevándose el premio gordo, con las consecuencias que todos estamos viendo.
El debate sobre el significado y el uso de "naco" nos invita a reflexionar sobre nuestras propias contradicciones. ¿Es un término clasista y ofensivo, o una herramienta legítima para denunciar la hipocresía y la corrupción? La respuesta, como casi siempre, es compleja y depende del contexto. Lo que sí es innegable es que el lenguaje, en constante evolución, refleja las tensiones y las transformaciones de la sociedad en la que vivimos.
Fuente: El Heraldo de México