
9 de agosto de 2025 a las 03:25
Tragedia musical: Asesinado por su padre
La historia de Marvin Gaye es una tragedia griega moderna, un relato cautivador que entrelaza la genialidad musical con un torbellino de demonios personales. Su música, un bálsamo para el alma, contrastaba brutalmente con la tormenta que rugía en su interior. "What's Going On", un álbum que trascendió las barreras musicales para convertirse en un manifiesto social, un grito desgarrador contra la injusticia, la guerra y la desesperanza, paradójicamente nació de las heridas más profundas del propio Gaye. La pérdida de su compañera musical, Tammi Terrell, la ruptura con Anna Gordy, el regreso de amigos marcados por la guerra de Vietnam, la violencia urbana y la contaminación ambiental; todos estos elementos, como pinceladas furiosas, dieron forma a la obra maestra de 1971.
Pero el genio de Gaye, su sensibilidad exacerbada, era también su cruz. Su relación con su padre, Marvin Gay Sr., un ministro pentecostal de férrea disciplina, fue el crisol donde se forjó su dolor. Una figura paterna autoritaria, cuyo reino familiar se regía por el miedo y la violencia. Las golpizas, brutales e implacables, eran moneda corriente en la casa de los Gaye. Marvin, un joven con un don excepcional, encontró en la música su vía de escape, su refugio ante la tiranía paterna.
El éxito, sin embargo, no le trajo la paz. La sombra de su padre lo perseguía, la herida seguía abierta. Las disputas, los reproches, la tensión constante eran el pan de cada día. En diciembre de 1983, la situación estalla. Una denuncia por agresión obliga a Marvin a refugiarse en casa de su hermana, un breve respiro antes de la tormenta final. Semanas después, regresa al hogar paterno, quizá con la esperanza de una reconciliación, un anhelo de paz que nunca llegaría.
La víspera de su 45 cumpleaños, el 1 de abril de 1984, el destino se cebó con él. Una discusión por unos documentos perdidos desató la furia contenida. Gritos, portazos, un forcejeo con su madre. La mañana siguiente, el infierno se desató. Un nuevo enfrentamiento, golpes, insultos. Marvin, llevado por la ira, golpea a su padre. La madre interviene, intenta calmarlo, lo lleva a otra habitación. Un instante de silencio, una falsa calma antes del trueno.
Marvin Gay Sr. regresa, con una Smith & Wesson en la mano. Un disparo, certero, directo al corazón. Marvin cae, fulminado. Dos disparos más, a quemarropa, sellan su destino. La madre, testigo impotente del horror, huye despavorida. El genio, la voz que había conmovido al mundo, se apaga para siempre.
El juicio posterior, un triste epílogo de la tragedia. El padre alega defensa propia, una defensa débil ante la evidencia. Un tumor cerebral, un diagnóstico que parece un guiño macabro del destino, retrasa el proceso. La sentencia, finalmente, es una bofetada a la justicia: seis años de libertad condicional. Una pena irrisoria para un crimen que silenció una de las voces más importantes de la música. Marvin Gay Sr. viviría 14 años más, cargando con el peso de haber matado a su propio hijo, un peso que, quizás, nunca lo abandonó. La historia de Marvin Gaye es un recordatorio de la fragilidad del genio, de la oscuridad que puede acechar incluso en las almas más brillantes. Un legado musical inmortal, manchado por la tragedia de una vida truncada demasiado pronto.
Fuente: El Heraldo de México