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9 de agosto de 2025 a las 09:10

Justicia Indígena: Actualidad y desafíos

La sombra del racismo se cierne sobre México, una vez más, como un espectro que se niega a desaparecer. El reciente amparo concedido a Lorenzo Córdova, tras el infame episodio del "jefe chichimeca", ha desatado una tormenta de reacciones, revelando la profunda fractura que divide al país entre la legalidad y el folclorismo, entre la justicia y el espectáculo. Recordemos los hechos: una conversación privada, salpicada de burlas hacia un personaje que pretendía extorsionar al entonces presidente del INE, fue manipulada y convertida en la prueba irrefutable del racismo endémico que, según algunos, corroe a la nación. Se obviaron, por supuesto, las disculpas de Córdova, y se ignoró el espionaje ilegal que permitió la divulgación de la conversación. ¿Justicia selectiva? ¿Doble moral? Las preguntas flotan en el aire, cargadas de indignación.

Mientras tanto, en Palacio Nacional, se prepara una fiesta. No una fiesta cualquiera, sino una ceremonia de investidura con tintes prehispánicos, donde el futuro presidente de la Corte, Hugo Aguilar, recibirá un bastón de mando de manos de comunidades indígenas. Un acto simbólico, sin duda, pero que deja un sabor amargo en la boca. ¿Es un genuino reconocimiento a la diversidad cultural o una burda instrumentalización de la misma? ¿Se busca realmente la inclusión o se pretende utilizar la imagen del "indígena" como un elemento decorativo en la narrativa oficial? La presidenta, entusiasmada, habla de "un símbolo enorme, histórico, cultural", pero ¿cuántos de los que aplauden este gesto se preocupan realmente por las necesidades y los derechos de los pueblos originarios? ¿Cuántos luchan contra la discriminación y la marginación que aún sufren a diario?

La dicotomía es evidente. Por un lado, el amparo a Córdova, un triunfo de la legalidad frente a la arbitrariedad. Por otro, el espectáculo del bastón de mando, una puesta en escena que, bajo el manto del folclorismo, parece ocultar una agenda política. Dos visiones del país, dos maneras de entender la justicia, dos formas de relacionarse con el pasado y con el presente. ¿Es posible conciliarlas? ¿O estamos condenados a perpetuar la división, a alimentar el fuego del resentimiento y la polarización?

El indigenismo idolátrico, como bien señala Rafael Cardona, es una forma más de racismo. Reduce a los individuos a meras etiquetas étnicas, ignorando su complejidad y su individualidad. No se trata de negar la riqueza cultural de los pueblos originarios, sino de integrarlos plenamente a la sociedad, con respeto y con igualdad de oportunidades. No se trata de romantizar el pasado, sino de construir un futuro donde todos, sin importar su origen, puedan vivir con dignidad y con justicia. El camino es largo y complejo, pero el primer paso es reconocer la trampa del folclorismo y la manipulación política. El verdadero respeto a la diversidad comienza por reconocer la humanidad compartida, por entender que más allá de las diferencias étnicas y culturales, todos somos parte de una misma nación, todos somos mexicanos. Y la justicia, la verdadera justicia, debe ser para todos, sin excepciones.

Fuente: El Heraldo de México