
10 de agosto de 2025 a las 00:40
Engaño virtual, condena real
La historia de Claudia es un crudo testimonio de cómo una mala decisión, tomada en un momento de vulnerabilidad, puede desencadenar una serie de eventos devastadores. Con apenas 21 años, recién separada y con la responsabilidad de un hijo pequeño, Claudia buscaba consuelo y afecto. Encontró en Facebook lo que parecía una promesa de felicidad, un hombre que la llenaba de atenciones y detalles que, según sus propias palabras, ni siquiera su esposo le había brindado. La ilusión, sin embargo, pronto se transformaría en una pesadilla.
A pesar de las advertencias de su padre sobre su carácter impulsivo – "soy muy berrinchuda, quiero que se hagan las cosas como yo quiero" –, Claudia se aferró a esta nueva relación. Ignoró las señales de alarma, la confesión de su pareja sobre su pasado en prisión, y se dejó arrastrar por una espiral de adicción y dependencia. La necesidad de mantener el estilo de vida que él le proporcionaba, costeando los gastos de ella y su hijo, la cegó ante la realidad de sus actividades ilícitas.
Lo que comenzó como una historia de amor virtual se convirtió en una cómplice involuntaria de sus robos. "Cuando no le querían hacer la parada en los camiones me decía que las hiciera", confiesa Claudia, revelando la influencia que él ejercía sobre ella. La dependencia a las drogas agravó la situación, llegando al punto de que ella misma lo mandaba a robar para obtener dinero para la comida y para alimentar su adicción. "Perdí mi trabajo, perdí mi familia, perdí todo", lamenta, reconociendo el impacto devastador de sus decisiones.
El punto de inflexión llegó un 5 de enero de 2021. Un robo fallido en Tultitlán terminó en una persecución policial, un choque y, finalmente, la detención de Claudia. Su pareja logró escapar en ese momento, pero más tarde sería capturado por otro delito. Condenada inicialmente a 24 años y 6 meses, luego reducida a 20 años, Claudia se enfrenta ahora a las consecuencias de sus actos. "Yo sé que participé, pero siento que es demasiado tiempo lo que me dieron", afirma, cargando con el peso de una sentencia que la separa de su hijo.
La tragedia se agudiza con la muerte del padre del niño, quien se había hecho cargo de él tras la detención de Claudia. Ahora, bajo la custodia de sus abuelos paternos, el pequeño lleva cuatro meses sin comunicarse con su madre. "Nadie ha venido más que mi mamá, ni mi papá ni mis hermanos ni mi hijo", relata Claudia con dolor, aislada no solo físicamente, sino también del afecto de su familia. "Que tiene aquí a su hija, sigo viva aunque ellos me olviden, no me he muerto", es el mensaje desesperado que envía a sus padres, anhelando un poco de comprensión y apoyo.
En la soledad de su celda, Claudia lucha contra sus demonios. Reconoce haber recaído en las drogas durante su encarcelamiento, pero asegura llevar siete meses "limpia". La esperanza de un futuro mejor para su hijo es el motor de su rehabilitación. "Que me perdone por no estar con él, es lo que más amo en mi vida y sé que fallé como mamá pero sé que puedo ser una buena madre para él", es el mensaje que le envía a su hijo, cargado de arrepentimiento y amor. La historia de Claudia es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de las consecuencias devastadoras que pueden tener las malas decisiones, especialmente cuando se toman en momentos de vulnerabilidad. Es una llamada a la reflexión sobre la importancia del apoyo familiar, la prevención de las adicciones y la necesidad de segundas oportunidades.
Fuente: El Heraldo de México