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9 de agosto de 2025 a las 09:15

El Sonido que te Emociona

La historia de la banda de viento es un fascinante viaje a través del tiempo, un testimonio sonoro que ha evolucionado desde las cortes reales del siglo XVI hasta las vibrantes festividades de nuestros pueblos. En sus inicios, el término "banda" abarcaba cualquier conjunto instrumental, desde la opulencia de la corte de Luis XIV en Francia hasta la similar agrupación que amenizaba los días del rey Carlos de Inglaterra. La evolución semántica del término es en sí misma una melodía que nos habla de la transformación de la música y la sociedad.

Con la llegada de la influencia alemana, el concepto de "banda" se refinó, asociándose a la "Harmoniemusik", es decir, a los conjuntos de instrumentos de viento. Imaginemos la potencia sonora de estas agrupaciones, la armonía creada por la combinación de maderas y metales, una sonoridad que evoca tanto la solemnidad de las ceremonias como la alegría de las festividades populares. La adición de la percusión, transformando la "banda" en "banda militar", añadió una nueva capa de complejidad rítmica, una fuerza percusiva que marcaba el paso de los soldados y resonaba en los desfiles y actos oficiales.

La distinción entre "banda sinfónica" y "filarmónica", surgida posteriormente, no es meramente una cuestión de nombres, sino un reflejo de las estructuras de poder y el apoyo económico a las artes. Mientras las sinfónicas se nutrían del apoyo municipal, las filarmónicas gozaban del respaldo estatal y federal, lo que a menudo se traducía en una mayor calidad interpretativa. Sin embargo, más allá de las etiquetas, la esencia de la música de viento seguía latiendo con fuerza en ambas.

El término "banda de viento", como vemos, ha sido un crisol de significados a lo largo de los siglos. En el siglo XX, su definición ha oscilado desde la elegante descripción de "conjunto de bellos instrumentos melódicos tocando música fina" en 1950, hasta la simple "banda de música" en 1960, pasando por la denominación de "grupo de filarmónicos" en 1970, para finalmente, en 1980, recuperar su aura de sofisticación como "organización delicada de grandes músicos tocando los domingos por las tardes". Esta fluctuación semántica nos muestra la vitalidad del concepto, su capacidad para adaptarse a los cambios sociales y culturales.

La riqueza de la tradición de bandas de viento en México es innegable. No existe un modelo único, sino una multiplicidad de expresiones que varían en número de integrantes, instrumentación, estilos y géneros. Desde la "orquesta" de Jamiltepec, Oaxaca, hasta la "banda filarmónica" de los mixes, el "tamborazo" de Zacatecas o la "banda de viento" o "banda de música" de Guanajuato, cada región ha impreso su propio sello en esta tradición musical. Esta diversidad es un tesoro cultural que debemos preservar y celebrar.

La banda de viento es un fenómeno global. Su presencia se extiende desde Turquía y Grecia hasta Chile y Colombia, pasando por España y, por supuesto, México. En nuestro país, esta tradición tiene raíces profundas, nutriendo a otras expresiones musicales como las orquestas y el mariachi. La música de viento, en muchas comunidades, es sinónimo de religiosidad, un vínculo sonoro que acompaña las festividades patronales, desde San Francisco de Asís hasta San Miguel Arcángel.

La instrumentación de la banda de viento es un universo en sí mismo. Desde los brillantes metales, como la trompeta, la trompa, el trombón y la tuba, hasta la cálida sonoridad de las maderas, como el clarinete, cada instrumento aporta su voz única a la armonía del conjunto. La percusión, con la tambora, las tarolas, los platillos, los timbales y el cencerro, añade la vitalidad rítmica que impulsa la música.

La historia de la banda de viento es una historia de evolución, adaptación e innovación. Es la historia de una tradición musical que ha sabido mantenerse vigente a lo largo de los siglos, enriqueciéndose con las influencias de diferentes culturas y adaptándose a las transformaciones sociales. Es un patrimonio musical que debemos valorar y preservar para las futuras generaciones.

Fuente: El Heraldo de México