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8 de agosto de 2025 a las 09:40
¿OMC en crisis? EEUU y el futuro del libre comercio
La Organización Mundial del Comercio (OMC), pilar fundamental del comercio internacional, se encuentra en una encrucijada crítica. Su función primordial, la de velar por la equidad y la predictibilidad en los intercambios globales, se ve amenazada por la creciente unilateralidad de Estados Unidos y la parálisis que ahoga las negociaciones internas. La pregunta crucial ya no reside en si la OMC necesita una reforma, sino en si permitiremos su colapso definitivo.
La reciente designación de Jennifer D. J. Nordquist como Directora General Adjunta añade un matiz político significativo a esta compleja situación. Su cercanía con la Casa Blanca y con influyentes grupos de presión estadounidenses genera interrogantes. ¿Se trata de un intento genuino de tender puentes o de una estrategia para influir en la organización desde dentro? Esta incógnita se cierne sobre la OMC, especialmente en un contexto global donde el multilateralismo se encuentra en retroceso.
El historial reciente de Estados Unidos con la OMC es, cuanto menos, preocupante. Durante la administración Trump, el bloqueo del Órgano de Apelación debilitó gravemente la capacidad de arbitraje de la organización. La imposición de nuevos aranceles en abril de este año confirma una tendencia: la preferencia por la coerción económica sobre la negociación diplomática. Si bien las importaciones de América del Norte experimentaron un aumento del 13.4% en el primer trimestre de 2025, este incremento es artificial, impulsado por compras anticipadas para evitar los nuevos gravámenes. Lejos de representar un crecimiento saludable, esta cifra refleja distorsión y volatilidad en el mercado.
La directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, ha expresado con franqueza la incapacidad de la organización para generar resultados concretos. La OMC se encuentra atrapada en una telaraña de inercia burocrática y falta de voluntad política por parte de sus miembros. Las negociaciones sobre subsidios a la pesca, cruciales para la sostenibilidad de los recursos marinos, se prolongan indefinidamente. Las conversaciones sobre agricultura, otro tema fundamental, permanecen completamente estancadas. La falta de urgencia en abordar estas cuestiones es alarmante.
El testimonio de Gunnarsson, embajador islandés y presidente saliente de su comité, es contundente: no existe un camino claro hacia un acuerdo. Su homólogo pakistaní, responsable del tema agrícola, confirma la parálisis: no se espera ningún avance antes de la Conferencia Ministerial de 2026. Esta inacción pone de manifiesto la profunda crisis que atraviesa la organización.
A pesar del sombrío panorama, existen destellos de esperanza. África, Asia y América Latina han demostrado una notable capacidad de adaptación. El crecimiento interanual del 9% en las exportaciones africanas evidencia que el acceso a mercados regulados y la aplicación de reglas claras impulsan el desarrollo económico. Esta resiliencia, sin embargo, se desarrolla en un sistema debilitado. El 74% del comercio mundial aún se rige por las cláusulas de “nación más favorecida”. Estas reglas, aunque existen, carecen de mecanismos efectivos para su aplicación, convirtiéndose en letra muerta.
Para asegurar su supervivencia y su relevancia, especialmente para los países menos favorecidos, la OMC necesita acciones concretas, no meras declaraciones diplomáticas. Tres medidas son cruciales: reactivar el Órgano de Apelación con un compromiso vinculante de sus miembros, actualizar las reglas sobre subsidios en pesca y agricultura bajo criterios ambientales y de competencia justa, y digitalizar los procesos comerciales para reducir la opacidad y la burocracia. Estas reformas no requieren unanimidad inmediata, sino la voluntad de un grupo de países que lideren con el ejemplo, incluso si Estados Unidos decide mantenerse al margen.
Estados Unidos, antaño arquitecto del sistema multilateral, se ha convertido en su principal crítico. Mientras priorice los acuerdos bilaterales y utilice los aranceles como herramienta de presión, el tablero global seguirá girando a su conveniencia. Este modelo, sin embargo, es insostenible a largo plazo.
La Conferencia Ministerial de 2026 representa una oportunidad crucial. La OMC no fue concebida para servir a una sola potencia, sino para equilibrar los intereses de todos sus miembros. Si olvida esta misión fundamental, se arriesga a perder su relevancia. El mundo, y en particular los países más vulnerables, no pueden permitirse este lujo.
Fuente: El Heraldo de México