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8 de agosto de 2025 a las 03:10

Futbolista asesinado en ataque israelí

La tragedia ha golpeado de nuevo al corazón del deporte palestino. Suleiman Al Obaid, el "Pelé palestino", ha caído bajo el fuego cruzado, dejando un vacío imposible de llenar en el fútbol y en el alma de una nación. No se trata solo de la pérdida de un deportista excepcional, un goleador nato que con más de cien tantos grabó su nombre en la historia del fútbol palestino, sino de un símbolo, una inspiración para miles de jóvenes que veían en él la encarnación del sueño deportivo en medio de la adversidad. Imaginen a esos niños, en las polvorientas calles de Gaza, emulando sus regates, celebrando sus goles imaginarios, soñando con seguir sus pasos. Ese sueño ha sido brutalmente interrumpido, silenciado por el rugido de las armas.

Al Obaid no solo era un ídolo en el campo, era un referente fuera de él. Un hombre de familia, un padre de cinco hijos, un esposo, un miembro querido de la comunidad. Su figura trascendía lo deportivo, se convertía en un faro de esperanza en un territorio marcado por el conflicto. Su muerte no solo enluta al deporte, sino que desgarra el tejido social, dejando una herida profunda en la identidad colectiva.

¿Cómo se mide el impacto de una pérdida así? ¿Cómo se cuantifica el dolor de una familia destrozada, de una afición huérfana, de una nación que ve cómo sus ídolos caen uno tras otro? Las estadísticas frías, como la escalofriante cifra de 321 personas vinculadas al fútbol palestino que han perdido la vida en el conflicto, no pueden capturar la magnitud de la tragedia. Cada número representa una historia truncada, un futuro robado, un sueño hecho añicos.

La imagen de Al Obaid esperando ayuda humanitaria, junto a otros civiles vulnerables, antes de ser alcanzado por el ataque, es un testimonio desgarrador de la realidad que se vive en Gaza. Una realidad donde la vida pende de un hilo, donde la esperanza se ve constantemente amenazada por la violencia. Su muerte, como la de tantas otras víctimas inocentes, debe servir como un llamado urgente a la comunidad internacional para que se tomen medidas concretas para proteger a la población civil y poner fin a este ciclo interminable de violencia.

El legado de Suleiman Al Obaid, sin embargo, no se extinguirá con su muerte. Su recuerdo se mantendrá vivo en la memoria de quienes lo admiraron, en la inspiración que seguirá brindando a las futuras generaciones de futbolistas palestinos, y en la lucha incansable por la paz y la justicia en su tierra natal. Su nombre, junto al de otros mártires del deporte, resonará en los estadios, en las calles, en los corazones de quienes se niegan a olvidar y continúan soñando con un futuro mejor. Un futuro donde el deporte pueda florecer sin el temor constante de la violencia, donde los niños puedan perseguir sus sueños sin el riesgo de verlos truncados por la tragedia. Ese es el verdadero homenaje que podemos rendir a Suleiman Al Obaid: honrar su memoria luchando por la paz y la justicia que él y su pueblo merecen.

Fuente: El Heraldo de México