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8 de agosto de 2025 a las 09:30

EEUU: Metamorfosis Nacional

La era Trump marcó un punto de inflexión en la política exterior estadounidense, dejando una estela de interrogantes sobre el rol de la nación en el escenario global. Más allá de las bravuconadas y los titulares incendiarios, la imposición de aranceles a diestra y siniestra reveló una estrategia que trascendía lo meramente comercial. Se trataba, en esencia, de una nueva forma de ejercer poder, de "extraer" recursos, como bien apuntan algunos analistas, utilizando la economía como un ariete para imponer la voluntad de Washington.

El caso del fentanilo, con presiones a México, Canadá y China, ilustra a la perfección esta dinámica. La lucha contra el narcotráfico, un objetivo legítimo, se convirtió en una moneda de cambio para forzar concesiones en otros ámbitos. Similar fue la situación con Brasil, donde los aranceles se usaron como un garrote para expresar el descontento de Trump con el supuesto maltrato a su aliado, Jair Bolsonaro. India, por sus compras de petróleo ruso, y Venezuela, por su industria petrolera, también sintieron la presión de esta política coercitiva.

Paradójicamente, mientras buscaba maximizar su poder de negociación a través de la presión económica, la administración Trump también daba señales de querer distanciarse del mundo, cuestionando el rol de Estados Unidos como garante del orden internacional post-1945. Esta aparente contradicción generó incertidumbre y desconfianza entre aliados y adversarios por igual.

Los anuncios de acuerdos con la Unión Europea, China y Japón, presentados por Trump como victorias rotundas, ocultaban una realidad más compleja. Mientras el presidente se jactaba de haber conseguido concesiones en materia de aranceles e inversiones, las contrapartes señalaban la existencia de numerosos puntos pendientes y la necesidad de continuar negociando. La retórica triunfalista chocaba con la persistencia de las diferencias y la fragilidad de los supuestos acuerdos.

La promesa de un renacimiento industrial, con el retorno de la manufactura a Estados Unidos, se convirtió en el mantra de la era Trump. La visión de una América produciendo desde automóviles hasta chips de computadora resonaba en el imaginario colectivo, pero la realidad era más terca. Los costos de esta política, tanto a nivel doméstico, con el riesgo de inflación, como a nivel internacional, con la proliferación de reacciones negativas y el surgimiento de nuevas tendencias a largo plazo, no podían ser ignorados.

El análisis de Bertoldi y Buti, que describen una política exterior estadounidense orientada a la extracción de recursos tanto de aliados como de adversarios, ofrece una perspectiva crítica sobre el legado de Trump. La idea de que las negociaciones comerciales son un juego de suma cero, donde Estados Unidos debe ser el único ganador, refleja una visión estrecha y potencialmente contraproducente.

La búsqueda de acuerdos mutuamente beneficiosos, un principio fundamental del comercio internacional, parecía ajena a la lógica de la administración Trump. La negociación, en el mejor de los casos, se reducía a la aceptación de los términos de la rendición. Y a pesar de las promesas grandilocuentes, la política de Trump no logró revivir la época dorada de la industria manufacturera estadounidense, dejando tras de sí un panorama incierto y plagado de desafíos. El impacto a largo plazo de esta estrategia de confrontación económica aún está por verse, pero sin duda ha dejado una huella profunda en las relaciones internacionales y en el rol de Estados Unidos en el mundo.

Fuente: El Heraldo de México