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7 de agosto de 2025 a las 08:25
¡El Pato Juan, tras las rejas!
La tranquilidad de la esquina de San Martín y Garibaldi en Mendoza se ha visto perturbada. El carismático Pato Juan, fiel compañero de la florista Margarita Flores, se encuentra en el centro de una controversia que ha conmovido a la ciudad y ha trascendido las fronteras digitales. Lo que comenzó como una denuncia anónima, ha escalado hasta convertirse en un debate sobre los derechos de los animales y la convivencia en el espacio público. Juan, un pato con una personalidad tan vibrante como las flores que rodeaban su hogar temporal en el puesto de Margarita, se ganó el cariño de vecinos y visitantes. Su peculiar costumbre de perseguir y picar a los perros que transitaban por la zona, sin embargo, no fue del agrado de todos.
La queja de un ciudadano desencadenó una serie de eventos que culminaron con la decisión de las autoridades municipales: Juan debía permanecer enjaulado en la casa de Margarita, privado de la libertad que disfrutaba desde enero y de la compañía constante de su dueña. El veredicto cayó como un balde de agua fría sobre la comunidad que había adoptado a Juan como una mascota colectiva. Su alegre graznido, que antes animaba la esquina, se transformó en un lamento que refleja la tristeza del animal, según relata la propia Margarita.
Lejos de resignarse, los vecinos y seguidores de Juan, quien ya gozaba de cierta fama en internet gracias a las fotos y videos que circulaban en redes sociales, se organizaron para defenderlo. Una petición online recolectó más de 8 mil firmas, un testimonio del cariño que ha despertado este pequeño ánade. El argumento central de la defensa es que el comportamiento de Juan, aunque pueda interpretarse como agresivo, es una manifestación natural de territorialidad, similar a la que exhiben perros y gatos. ¿Acaso no defienden también ellos sus espacios? se preguntan los firmantes.
La causa del Pato Juan ha tomado un giro aún más inesperado con la intervención de un abogado defensor. Este profesional se ha comprometido a presentar un recurso legal ante las autoridades, argumentando el derecho de Margarita a la compañía de su mascota. El caso ha puesto en relieve la complejidad de la convivencia entre animales y humanos en el espacio urbano. ¿Dónde termina el derecho de un animal a expresar sus instintos y dónde comienza la obligación de los dueños de controlar su comportamiento? ¿Es justo comparar la territorialidad de un pato con la de un perro o un gato? Estas son algunas de las preguntas que flotan en el aire mientras Mendoza espera el pronunciamiento definitivo de las autoridades.
En los próximos 10 días se decidirá el destino de Juan. ¿Podrá volver a dominar su esquina, donde incluso se erige un pequeño monumento en su honor? ¿O estará condenado a una vida enjaulado, lejos del bullicio y la compañía que tanto disfrutaba? La mirada de la ciudad, y de miles de seguidores en internet, está puesta en la decisión que se tome. El caso del Pato Juan ha trascendido lo anecdótico para convertirse en un símbolo de la lucha por los derechos de los animales, un recordatorio de que incluso las criaturas más pequeñas merecen ser tratadas con respeto y consideración. El veredicto final no solo afectará a Juan y a Margarita, sino que sentará un precedente para futuros casos similares. ¿Qué mensaje queremos enviar como sociedad? ¿Qué lugar les damos a los animales en nuestro mundo? El futuro del Pato Juan, en cierto modo, nos interpela a todos.
Fuente: El Heraldo de México