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7 de agosto de 2025 a las 09:35

Domina la IA: No le temas, úsala.

La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en nuestras vidas ha generado una vorágine de preguntas, dudas y, en algunos casos, temores. Nos encontramos en un punto de inflexión similar a otras revoluciones tecnológicas a lo largo de la historia. La imprenta, la máquina de vapor, la electricidad… todas ellas, en su momento, transformaron radicalmente la sociedad y generaron inquietudes similares a las que hoy sentimos frente a la IA. La diferencia radica, quizá, en la velocidad vertiginosa con la que esta nueva herramienta se integra en nuestro día a día.

Es natural sentir incertidumbre ante lo desconocido. La IA, al ser una tecnología tan disruptiva, despierta recelos comprensibles. El desconocimiento sobre su funcionamiento, sus alcances y sus posibles consecuencias nos coloca en una posición vulnerable. Sin embargo, es crucial evitar caer en la tentación de la demonización. La tecnología, en sí misma, no es ni buena ni mala. Es una herramienta, y como tal, su valor reside en el uso que le damos. Un cuchillo puede ser utilizado para preparar un delicioso platillo o para infligir daño. Lo mismo ocurre con la IA.

La analogía con la licuadora y el molcajete resulta particularmente ilustrativa. Ambos cumplen la misma función: triturar alimentos. Sin embargo, la licuadora, al ser más rápida y cómoda, se ha convertido en un elemento indispensable en la mayoría de las cocinas modernas. ¿Significa esto que el molcajete ha perdido su valor? Para algunos, el proceso artesanal, la conexión con la tradición y el sabor particular que se obtiene al moler en molcajete siguen siendo irremplazables. De la misma manera, la IA no necesariamente sustituirá por completo las formas tradicionales de crear, producir o pensar, sino que coexistirá con ellas, ofreciendo nuevas posibilidades y enriqueciendo nuestras capacidades.

Uno de los aspectos más fascinantes de la IA es su capacidad para procesar y analizar enormes cantidades de datos, lo que abre un abanico inmenso de posibilidades en campos tan diversos como la medicina, la educación, la investigación científica o el arte. Imaginemos, por ejemplo, el potencial de la IA para diagnosticar enfermedades de forma temprana, personalizar la educación adaptándola a las necesidades individuales de cada estudiante, descubrir nuevos tratamientos para enfermedades incurables o crear obras de arte innovadoras.

Sin embargo, no podemos ignorar los desafíos éticos y morales que plantea la IA. La posibilidad de que la IA sea utilizada para fines perversos, la automatización de empleos, la creación de algoritmos sesgados que perpetúen la discriminación o la pérdida de privacidad son solo algunos de los dilemas que debemos abordar con urgencia. Es fundamental establecer un marco ético sólido que regule el desarrollo y la aplicación de la IA, garantizando que esta tecnología se utilice para el beneficio de la humanidad y no en su detrimento.

El futuro de la IA es incierto, pero lo que sí sabemos es que estamos ante una tecnología transformadora con el potencial de cambiar el mundo tal como lo conocemos. En lugar de sucumbir al miedo, debemos abrazar la oportunidad de aprender, explorar y moldear el futuro de la IA de manera responsable y consciente. El diálogo, la reflexión crítica y la colaboración entre expertos, ciudadanos y responsables políticos serán claves para aprovechar al máximo el potencial de la IA y minimizar sus riesgos. La IA ya está aquí, y depende de nosotros construir un futuro en el que esta poderosa herramienta se convierta en un motor de progreso y bienestar para todos.

Fuente: El Heraldo de México