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7 de agosto de 2025 a las 17:30

Domina el arte de los huevos ahogados

El aroma a salsa roja cocinándose lentamente, ese burbujeo suave que promete un festín matutino… ¿Hay algo más reconfortante que el olor a huevos ahogados invadiendo la cocina? Este platillo, tan sencillo como delicioso, es un verdadero clásico de la gastronomía mexicana, un abrazo cálido al paladar que nos transporta directamente a la cocina de nuestras abuelas. Y aunque cada familia tiene su propia versión, su toque secreto que lo hace único, la esencia siempre permanece: una salsa vibrante abrazando unos huevos pochados a la perfección.

Hoy, queremos compartir contigo no solo una receta, sino un viaje culinario a través de las diferentes formas en que este manjar se prepara en los hogares mexicanos. Desde la clásica salsa roja, con su intensidad de jitomate y chile, hasta la variante verde, con su toque herbal y refrescante del tomatillo, las posibilidades son infinitas. ¿Te atreves a explorarlas con nosotros?

Empecemos por lo básico: la salsa. El secreto está en asar los ingredientes, no solo cocinarlos, sino permitir que el fuego los acaricie, liberando sus aromas más profundos. Jitomates, cebolla, ajo y, por supuesto, el chile que le dará ese toque picante tan característico. Unos prefieren el serrano, otros el jalapeño, incluso hay quienes se atreven con el habanero para los paladares más exigentes. La elección es tuya, ¡deja que tu imaginación (y tu tolerancia al picante) te guíen!

Una vez asados, estos ingredientes se licúan con un poco de caldo de pollo o, en su defecto, agua. Este paso es crucial, ya que el caldo aporta una riqueza de sabor inigualable. Si tienes la oportunidad, utiliza un caldo casero, verás cómo la diferencia es notable. Y no olvides la sal y la pimienta, ese dúo dinámico que realza todos los sabores.

La salsa, ya lista, se vierte en una cazuela donde, previamente, habremos calentado un poco de aceite. Aquí, el fuego lento es nuestro aliado. Debemos dejar que la salsa se cocine a fuego bajo, que espese y concentre sus sabores. Mientras tanto, podemos ir preparando los huevos. Con cuidado, los abrimos uno a uno y los deslizamos suavemente sobre la salsa burbujeante. Tapamos la cazuela y dejamos que los huevos se cocinen al vapor de la salsa, hasta que las claras estén firmes y las yemas, ah, las yemas… en su punto perfecto de cremosidad.

¿Y cómo saber cuándo están listos? Eso depende de tu gusto. Si te gustan las yemas líquidas, con ese toque dorado que se desliza sobre la salsa, con cinco minutos será suficiente. Si las prefieres más cuajadas, déjalas un poco más. La clave está en observar, en aprender a leer las señales que nos da la cocina.

Y ahora, el momento culmen: servir. Un plato hondo, una generosa porción de huevos ahogados, una lluvia de cilantro fresco picado por encima… Y para acompañar, ¿qué tal unas tortillas de maíz recién hechas, calientitas y suaves? O si lo prefieres, un buen pan bolillo para sopear la salsa, para no dejar ni una gota de ese sabor celestial. Y por supuesto, no pueden faltar los frijoles, ya sean refritos o de la olla, ese complemento perfecto que eleva el platillo a otro nivel.

Pero la magia de los huevos ahogados no se limita a su sabor. Es también un ritual, una pausa en el ajetreo diario, un momento para compartir en familia, para disfrutar de la compañía de los seres queridos. Es un recordatorio de que las cosas más sencillas de la vida, a menudo, son las más deliciosas. Así que la próxima vez que busques un desayuno reconfortante, un platillo que te abrace el alma, recuerda los huevos ahogados. Te aseguramos que no te arrepentirás.

Fuente: El Heraldo de México