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6 de agosto de 2025 a las 09:25

¡Trump en picada!

La inquietante tendencia del presidente Trump a rechazar la información que no se ajusta a su narrativa triunfalista ha vuelto a manifestarse, esta vez con el despido de Erika McEntarfer, comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales. El informe de la BLS, que mostraba un estancamiento en la creación de empleo durante julio, ha sido la chispa que ha encendido la ira presidencial, acusando a McEntarfer de manipular los datos para perjudicar su imagen y la del partido republicano, e incluso llegando a sugerir una conspiración para favorecer a la demócrata Kamala Harris en las elecciones de 2024. Esta reacción, lejos de ser un hecho aislado, se enmarca en un patrón de comportamiento que busca silenciar las voces disonantes y construir una realidad alternativa a base de "otros datos".

Recordemos el episodio, hace apenas dos meses, con la Oficina Congresional sobre Presupuesto (CBO), cuestionada por analizar críticamente las proyecciones económicas de la "grande, bella ley" impulsada por Trump. En ambos casos, se ataca la credibilidad de instituciones cuyo trabajo, realizado por equipos de expertos, es fundamental para la toma de decisiones tanto en el ámbito público como privado. Se intenta desacreditar el rigor metodológico y la imparcialidad de estos organismos, sustituyéndolos por una narrativa conveniente que ignora la complejidad de la realidad económica.

La economía estadounidense, a pesar de la retórica triunfalista, no atraviesa su mejor momento. El estancamiento en la creación de empleo es un síntoma preocupante, y la respuesta del presidente, "matar al mensajero", no solo es ineficaz sino que erosiona la confianza en las instituciones. En lugar de analizar las causas de estos resultados y replantear las políticas económicas, se opta por la negación y la búsqueda de chivos expiatorios. Esta estrategia, lejos de resolver los problemas, los agrava y genera una profunda incertidumbre.

Esta actitud no es exclusiva del gobierno de Trump, es una tentación recurrente en la política: ignorar las malas noticias y redoblar la apuesta en las estrategias fallidas, con la esperanza de que la realidad, mágicamente, se ajuste a los deseos. Sin embargo, en el caso de Trump, esta tendencia se ve amplificada por una concatenación de crisis que abarcan desde la política migratoria y los acuerdos de paz fallidos, hasta los escándalos en su vida privada.

A tan solo seis meses de gobierno, la aprobación pública de Trump es negativa. Para un presidente que ha construido su carrera sobre la imagen, esta es una señal de alarma que debería llevarle a la reflexión y a un cambio de rumbo. La negación de la realidad y el ataque a las instituciones no son el camino para resolver los problemas que enfrenta el país, sino una receta para profundizar la crisis. El tiempo dirá si el presidente Trump es capaz de reconocer sus errores y adoptar un enfoque más constructivo para gobernar. De lo contrario, el futuro de su presidencia, y del país, se presenta incierto.

Fuente: El Heraldo de México