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6 de agosto de 2025 a las 09:25

Supera la Fisura

La partida de Carlos Ramírez Powell ha dejado un vacío resonante en la esfera intelectual de Guadalajara, y su eco se extiende a todos aquellos que, aunque sin haber compartido un café con él, se enriquecieron con la agudeza de su pensamiento. Un pensador inclasificable, un "intelectual apocalíptico" como lo bautizaron Jis y Trino, cuya erudición abarcaba desde la política internacional hasta los intrincados recovecos del mercado energético, pasando por el rock, la comunicación y hasta la farmacología, suficiente para provocar sanos debates –y alguna que otra rabieta– durante la pandemia.

Su voz, amplificada a través de las ondas de Radio UDG, donde dejó una huella imborrable como director, y posteriormente en su incisivo comentario editorial en Canal 44, se caracterizó por una inteligencia incisiva y una inagotable curiosidad. No le bastaba con observar el mundo, necesitaba desentrañarlo, analizarlo desde ángulos inesperados, provocar la reflexión, incluso la incomodidad. En tiempos donde la pereza intelectual parece ser la norma, Carlos Ramírez Powell se erigía como un baluarte del pensamiento crítico, un incansable buscador de la verdad, o al menos, de una perspectiva más nítida de la realidad.

Su trágica muerte, ocurrida mientras se dirigía en bicicleta a su cita con los micrófonos, ha conmocionado a la ciudad. Una fisura en el pavimento, un instante de desequilibrio, y la vida de este hombre brillante se truncó. La ironía, cruel y mordaz, reside en la aparente insignificancia del obstáculo que le arrebató la vida. Una simple fisura, una mínima imperfección en el asfalto, bastó para detener el pedaleo de un hombre cuyas ideas desafiaban las convenciones y trascendían las fronteras.

La imagen capturada por las cámaras de seguridad, ese último fotograma de su existencia, lo muestra con la elegancia que lo caracterizaba, incluso en la caída. Un traje impecable, una bicicleta como corcel, y una rebeldía inherente que lo acompañó hasta el final. La ausencia del casco, un gesto quizás de libertad, un guiño a la estética, se convierte en un doloroso recordatorio de la fragilidad de la vida.

Más allá del pesar y la consternación, la partida de Carlos Ramírez Powell nos deja una doble lección. La primera, pragmática y necesaria: la seguridad vial no es un accesorio, es una responsabilidad. La segunda, más profunda y resonante: la importancia de cultivar el pensamiento crítico, de cuestionar, de analizar, de no conformarse con las respuestas fáciles. Carlos Ramírez Powell nos enseñó, con su vida y su obra, que la inteligencia es un músculo que necesita ejercitarse constantemente, y que la búsqueda del conocimiento es un camino que vale la pena recorrer, incluso con sus riesgos y sus tropiezos. Su legado, más allá de la tristeza, es una invitación a pensar, a debatir, a no dejar de cuestionar. Un legado que, como las ondas que expandió en la radio, continuará resonando en el tiempo.

Fuente: El Heraldo de México