
6 de agosto de 2025 a las 09:15
Justicia en coma
La arquitectura jurídica de una sociedad, ese intrincado sistema de leyes y normas, es la piedra angular sobre la que se construye la convivencia pacífica y el progreso. Imaginen un mundo sin reglas, donde impera la ley del más fuerte, donde la incertidumbre y el caos son la norma. Es precisamente el Derecho el que nos rescata de esa barbarie, el que nos permite evolucionar como civilización. A lo largo de la historia, el establecimiento de un orden legal ha sido el catalizador del desarrollo humano, la herramienta que nos ha permitido alcanzar el nivel de sofisticación social que disfrutamos hoy en día.
Sin embargo, no cualquier sistema normativo es garante de bienestar. La clave radica en la legitimidad, en la convicción ciudadana de que participan en la creación de las reglas que los rigen. Esta participación, ya sea directa o representativa, debe ser genuina, creíble, un reflejo fiel de la diversidad social. Es crucial que el proceso de elección de los legisladores sea escrupulosamente transparente, que garantice que quienes ostentan el poder de crear leyes sean la expresión auténtica de la voluntad popular.
Una vez constituido el órgano legislativo, las leyes que emanen de él deben ser coherentes con los principios fundamentales que rigen la sociedad, en particular, con los derechos humanos. La Constitución, como documento rector, debe ser el faro que guía la labor legislativa, asegurando que cada ley promulgada respete y promueva los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.
Y aquí entra en juego otro elemento fundamental: el control constitucional. Este mecanismo, esencial para el equilibrio de poderes, debe ser independiente, imparcial, ajeno a cualquier influencia ideológica o partidista. Su función es velar por el cumplimiento de la Constitución, garantizar que las leyes se ajusten a sus principios y proteger los derechos de los ciudadanos frente a posibles abusos del poder. La objetividad en el control constitucional es la salvaguarda de la democracia, la garantía de que el poder se ejerce dentro del marco legal establecido.
¿Qué sucede cuando este delicado equilibrio se rompe? Cuando la manipulación política se infiltra en el proceso electoral, cuando la pluralidad legislativa se ve comprometida, cuando el control constitucional se convierte en un instrumento al servicio del poder, el orden jurídico se debilita, la legitimidad se erosiona y la sociedad se ve abocada a la inestabilidad. La desconfianza en las instituciones crece, la actividad productiva se resiente y la paz social se ve amenazada.
Para revertir esta situación, es imprescindible restaurar la integridad del sistema. Fortalecer la transparencia en los procesos electorales, garantizar la representación efectiva de todas las voces en el Parlamento, blindar la independencia del control constitucional, son pasos cruciales para reconstruir la confianza en el orden jurídico. Solo así, con un sistema justo y legítimo, podremos asegurar el progreso y el bienestar de la sociedad.
La tarea no es sencilla, requiere un compromiso firme de todos los actores involucrados: ciudadanos, legisladores, jueces, todos debemos asumir la responsabilidad de proteger y fortalecer el Estado de Derecho. El futuro de nuestra sociedad depende de ello. La alternativa, un mundo sin reglas, donde la arbitrariedad y la injusticia prevalezcan, es un escenario que no podemos permitirnos.
Fuente: El Heraldo de México