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7 de agosto de 2025 a las 02:20

Hiroshima: 80 años después

El reloj marcaba las 8:15 de la mañana. Un silencio sepulcral envolvía el Parque Memorial de la Paz en Hiroshima. Miles de personas, con la mirada fija en el cenotafio, recordaban el horror desatado hace 80 años. No era un silencio vacío, sino uno cargado de historia, de dolor, pero sobre todo, de un clamor por la paz que resonaba más allá de las fronteras japonesas. Delegaciones de más de 120 países se unían al pueblo japonés en esta conmemoración, una muestra palpable de la trascendencia global de este trágico suceso. Cada rostro reflejaba la misma pregunta: ¿Hemos aprendido la lección?

Ochenta años. Ocho décadas desde que "Little Boy" convirtiera Hiroshima en un infierno. Ochenta años en los que la humanidad ha bailado peligrosamente al borde del abismo nuclear, y sin embargo, las palabras del alcalde Kazumi Matsui resonaban con una inquietante actualidad: "Las amenazas nucleares se están legitimando cada vez más…". Una sombra de temor se cernía sobre la ceremonia, el miedo a que la historia se repita, a que las lecciones aprendidas entre las ruinas se desvanezcan en el olvido.

Hiroshima, la ciudad mártir, resurgió de las cenizas. De la devastación total, emergió una metrópolis moderna, vibrante, un ejemplo de resiliencia y esperanza. Más de un millón de habitantes transitan hoy por sus calles, donde la innovación y la industria se entrelazan con un pasado que se niega a ser enterrado. La Cúpula de la Bomba Atómica, testigo mudo del horror, se alza como un recordatorio constante de la fragilidad de la paz. Patrimonio de la Humanidad, es un símbolo de la memoria colectiva, un monumento a las víctimas y un faro de esperanza para las generaciones futuras. El Museo y Parque Memorial de la Paz no son meros espacios de recuerdo, sino centros de aprendizaje, lugares donde se siembra la semilla de la conciencia para evitar que la tragedia se repita.

El proyecto “Ciudad de Paz y Creatividad 2045” representa la mirada hacia el futuro, la apuesta por un mundo libre de armas nucleares. Hiroshima, con la autoridad moral que le confiere su historia, se proyecta como epicentro cultural y educativo, un espacio para el diálogo y la construcción de un futuro pacífico. Sin embargo, el tiempo apremia. Los hibakusha, los supervivientes, son cada vez menos. Sus voces, cargadas de experiencia y sabiduría, se apagan lentamente. Cada conmemoración podría ser la última con una presencia significativa de estos testigos vivientes, lo que añade una urgencia particular a su mensaje. Es imperativo escucharlos, aprender de su experiencia, honrar su sufrimiento construyendo un mundo donde su tragedia no se repita.

Las palabras del primer ministro Shigeru Ishiba reafirmando los tres principios no nucleares de Japón resonaron con fuerza, pero también generaron controversia. La negativa del país a firmar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, adoptado por la ONU en 2017, plantea interrogantes y críticas. Mientras el mundo avanza hacia la abolición total del arsenal atómico, la postura de Japón se percibe como ambigua, generando un debate necesario sobre la responsabilidad de las potencias mundiales en la construcción de un futuro seguro.

El Premio Nobel de la Paz 2024, otorgado a la organización japonesa Nihon Hidankyo, reconoce la incansable lucha de los hibakusha por la abolición de las armas nucleares. Un galardón que llega en un momento crucial, un llamado a la acción para la comunidad internacional. La ceremonia en Hiroshima no fue solo un acto de recuerdo, sino una declaración de intenciones, un llamado a la reflexión y a la acción. El mundo observa, la historia juzga, y el futuro espera una respuesta. La pregunta sigue en el aire: ¿Estamos dispuestos a aprender de los errores del pasado?

Fuente: El Heraldo de México