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5 de agosto de 2025 a las 16:00

Rosario vs. Cocodrilo: Perrito se salva

La oscuridad envolvía la laguna, un manto negro salpicado por el brillo espectral de las estrellas. Apenas un leve susurro del viento perturbaba la quietud, un preludio a la escena que estaba a punto de desarrollarse. Un pequeño can, sediento bajo la noche estrellada, se acercó a la orilla, su lengua buscando ansiosamente el frescor del agua. La tranquilidad, sin embargo, era una máscara. Un peligro acechaba en las profundidades, una sombra silenciosa que se deslizaba con la paciencia de un depredador experimentado.

El cocodrilo, un gigante escamoso, emergió de las tinieblas acuáticas. Sus ojos, dos puntos brillantes en la negrura, fijaron su mirada en el desprevenido animal. Cada músculo de su cuerpo se tensó, preparándose para el ataque fulminante. El perrito, ajeno a la amenaza inminente, continuó bebiendo, lamiendo el agua con pequeños y rápidos sorbos. Un crujido casi imperceptible, el roce de las escamas contra la vegetación acuática, fue la única advertencia. El can se detuvo, un escalofrío recorriendo su espina dorsal. Retrocedió un paso, la incertidumbre reflejada en sus ojos.

En ese instante, justo cuando el cocodrilo se preparaba para el salto final, ocurrió lo inexplicable. El perrito, en un movimiento casi instintivo, sacó del agua un objeto que brillaba tenuemente bajo la luz de las estrellas: un rosario. El tiempo pareció detenerse. El cocodrilo, a punto de lanzar su ataque, se congeló. Sus ojos, antes llenos de ferocidad, ahora mostraban una extraña mezcla de confusión y… ¿temor? La tensión se podía cortar con un cuchillo. El silencio, roto solo por el suave chapoteo del agua, se hizo aún más profundo.

Lentamente, casi con reverencia, el reptil retrocedió. Sus movimientos, antes rápidos y letales, ahora eran cautelosos, como si temiera romper un hechizo invisible. Sin apartar la mirada del rosario que el perrito sostenía entre sus dientes, el cocodrilo se sumergió de nuevo en las profundidades de la laguna, desapareciendo en la oscuridad de la que había venido.

El video, un fragmento de apenas 14 segundos, ha desatado una tormenta en las redes sociales. ¿Milagro divino? ¿Montaje elaborado con la magia de la Inteligencia Artificial? ¿Simple coincidencia? Las teorías se multiplican como las ondas en el agua. Expertos en efectos visuales analizan el video fotograma a fotograma, buscando alguna pista que revele el truco. Teólogos debaten sobre la intervención divina en el mundo natural. Científicos hablan de instintos animales y comportamientos inexplicables.

Mientras el debate continúa, el video sigue acumulando millones de reproducciones, alimentando la fascinación por lo inexplicable. La historia del perrito y el cocodrilo se ha convertido en una leyenda moderna, una parábola que nos recuerda que, en un mundo dominado por la razón y la ciencia, siempre hay espacio para el misterio y la maravilla. ¿Será la fe, la tecnología o el azar la verdadera protagonista de esta historia? Quizás nunca lo sepamos con certeza. Pero, mientras tanto, la pregunta sigue resonando en el ciberespacio, invitándonos a reflexionar sobre los límites de lo que creemos posible. Y tú, ¿qué crees?

Fuente: El Heraldo de México