
5 de agosto de 2025 a las 04:55
¿Presagio Maya? Perrito aúlla en Kukulkán
El crepúsculo pintaba el cielo de Chichén Itzá con tonos violetas y naranjas, un espectáculo habitual para quienes custodian la milenaria ciudad maya. Sin embargo, ese atardecer quedaría grabado en la memoria colectiva, marcado por un acontecimiento tan inusual como conmovedor. Un perro criollo, conocido cariñosamente por los trabajadores como el "guardián", desafió las leyes de los hombres y la gravedad, escalando los imponentes 365 peldaños de la pirámide de Kukulkán, un acto prohibido para los visitantes.
Ignorando los llamados de los guardias, el can ascendió con una determinación que sobrepasaba la simple curiosidad animal. Parecía impulsado por una fuerza invisible, una conexión ancestral que lo guiaba hacia la cima. Al llegar, se detuvo por un instante, su silueta recortada contra el cielo flamígero, como si contemplara el vasto imperio que una vez floreció bajo sus patas. Y entonces, justo cuando el sol se ocultaba en el horizonte, lanzó un aullido que resonó en la antigua ciudad, un lamento profundo, visceral, que erizó la piel de quienes lo presenciaron. No era el ladrido común de un perro, sino un canto ancestral, una invocación que parecía dirigida a los dioses olvidados.
El video del suceso, capturado por un testigo asombrado, se propagó como la pólvora en las redes sociales. TikTok, Facebook, Instagram… el aullido del "guardián" resonó en cada rincón del mundo digital. Las interpretaciones no se hicieron esperar: ¿Un mensaje de los antiguos mayas? ¿Una señal divina? ¿Un portal a otra dimensión? "Dirán lo que quieran, pero ese perrito está viendo algo que nosotros no", comentaba un usuario, mientras otro aseguraba: "Es la llegada de nuestro padre Quetzalcóatl". Las teorías, tan diversas como fascinantes, alimentaron el misterio y la magia del momento.
Los habitantes locales, acostumbrados a la energía mística que envuelve Chichén Itzá, confesaron no haber presenciado jamás un espectáculo semejante. Hablaban de una atmósfera cargada, de una vibración inusual, como si el propio Kukulcán hubiera descendido para escuchar el llamado de su fiel guardián.
La historia del perro que aulló a los dioses se convirtió en un símbolo, un recordatorio de que la magia y el misterio aún palpitan en los lugares sagrados, incluso en un mundo dominado por la tecnología y el escepticismo. El "guardián de Kukulkán", como fue bautizado en internet, se unió a la rica mitología del lugar, un testimonio vivo de la conexión profunda entre el hombre, la naturaleza y lo divino.
Pero la historia no termina ahí. El "guardián" no está solo. En los últimos años, una pequeña comunidad canina ha florecido en los alrededores de la pirámide. Perros abandonados, algunos enfermos o desnutridos, encontraron refugio en la sombra de la antigua ciudad, y fueron adoptados, de facto, por el personal del sitio. Ahora, corren libres por los senderos sagrados, recibiendo alimento, cuidados y el cariño de los trabajadores y visitantes. Sus imágenes, compartidas con entusiasmo en las redes, complementan la narrativa del "guardián", pintando un cuadro de coexistencia armoniosa entre la historia ancestral y la vida moderna.
Estos perros, lejos de ser intrusos, se han convertido en parte integral del paisaje, guardianes silenciosos de un legado milenario. Su presencia, tan natural como enigmática, nos recuerda que la magia a veces se manifiesta en las formas más sencillas, en el aullido de un perro bajo el cielo estrellado de Chichén Itzá.
Fuente: El Heraldo de México